Millones de argentinos se volcaron a las calles para participar de la 49 Peregrinación Juvenil al Santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján. “Madre, estamos en tus manos, danos fuerza para unirnos», fue el lema de este año. Y una gran mayoría de ellos pasó por nuestra diócesis.

Zelva tiene 95 años. No es su primera peregrinación a Luján. Hace más 40 años la Peregrinación Juvenil al Santuario Nacional de Luján es parte de su vida. Su físico no la acompaña para completar el trayecto completo, unos 60 kilómetros, unas 15 horas, pero se conforma con 300 o 400 metros acompañada de su nieto. Lo mismo otra señora, apenas menor, que le pidió a una vecina que la acompañe a sentirse peregrina por un ratito. Sus cuadras valen kilómetros, le hace saber un voluntario parroquial que la alienta.

Formalmente, se trata de 60 kilómetros que conectan el Santuario de San Cayetano en Liniers, Ciudad de Buenos Aires, con el Santuario Nacional de Luján, en la ciudad homónima. Pero algunos hacen más. Bastante más. Más de 400 peregrinos de Trenque Lauquen tiñen de a cien metros la gran alfombra de peregrinos que cubren la calle y se contempla desde los balcones del camino. Las pecheras blancas de Maipú o los grupos –muchos- de Junín, también dan cuenta de miles de peregrinos del interior de la provincia que se acercaron hasta la capital para emprender esta oda a la sinodalidad.

Porque si hay algo que caracteriza a esta peregrinación es la sensación de que no hay grieta ni diferencia que separe: los peregrinos caminan juntos. Algunos solos, algunos apoyados en grupo, algunos empujados en su silla de ruedas, otros apoyados en otros por la discapacidad motriz, matrimonios, novios, seminaristas, familias con niños, amigos, compañeros de cuartel de bomberos voluntarios o de gimnasio, de las villas de Buenos Aires o La Matanza, o de las parroquias de las zonas más pudientes de Buenos Aires o San Isidro. También inmigrantes, por distintos motivos, en distintas eras. Hijos también de María de Luján. Tres religiosas de Corea del Sur, laicos de Venezuela o Paraguay, todos caminan juntos.

Mezclados entre los peregrinos, algunos arzobispos recientemente nombrados por el papa Francisco, como Gabriel Mestre, de La Plata, o Jorge García Cuerva, de Buenos Aires, quien caminó junto a su auxiliar Gustavo Carrara. Uno de ellos se acercó ante el obispo de Morón, Jorge Vázquez, al pasar por su sede en la Catedral para recibir su bendición.

En esta posta del Camino, la Catedral de Morón, se encuentra el único templo del trazado. Desde esta parroquia catedral dedicada a Nuestra Señora del Buen Viaje se cargó la imagen peregrina traída desde Liniers, cuya portación estuvo este año a cargo de la delegación de la diócesis de San Justo, representada por jóvenes del Hogar de Cristo. Emocionados, con alegría inconfundible, partieron a las 12.30 con la imagen bendecida por el Papa Francisco en Río de Janeiro, hace 10 años.

No fueron los únicos testimonios de Misericordia y resiliencia del camino. Decenas de grupos de los Hogares de Cristo, de muchas diócesis, cada uno con decenas de miembros, participaron de la peregrinación. Uno de ellos contaba cómo el Hogar le cambió la vida, pero se interrumpía para cantar “Dulce Doncella” con una dulzura absolutamente incoherente con su casi 1.90 de altura. Es uno de los jóvenes más veteranos del grupo de este Hogar, y habla con gran sabiduría y templanza. Falta, pero sabe que llegará a Luján. Sabe que las dificultades se superan.

A metros suyo un diácono permanente está desde hace 4 horas arrojando agua bendita a los peregrinos, alentados además por animadores de antaño con micrófonos que vitorean y alientan por horas y horas como si cada peregrino fuese un jugador de su selección de fútbol. Los acompaña un coro incansable.


Si de fútbol se trata, se notó que muchos peregrinos llevaron la gratitud a la Virgen por la Copa del Mundo. Uno portaba una réplica de la Copa y confesó estar cumpliendo una promesa. De hecho, hasta un espacio en el camino hablaba de la Virgen de la Alegría, con una foto de Lionel Messi a los pies de la Virgen, y una nueva advocación, “Nuestra Señora de las Tres Estrellas”, invento de sus creadores.

La altísima inflación, las enormes dificultades económicas y sociales, no son ajenas a este camino de los peregrinos. Tampoco la política. Las ideas y las dudas anidan en el corazón de quienes caminan preocupados, confirma un sacerdote que escucha dudas, consultas, además de confesiones y pedidos de bendición. Todo está ahí. Y mucho parece difícil. Por el momento, se trata de llegar a Luján.

En las manos de María, todo parece posible. Ella tiene la fuerza para unirnos. Y caminamos juntos.