Bajo el lema, «Madre de la esperanza, ayúdanos a caminar juntos como pueblo peregrino de la Pascua», peregrinos de todas las comunidades se congregaron en el santuario de nuestra Madre, patrona de los argentinos.

«El cambio que todos esperamos, la verdadera revolución, proviene del amor», expresó nuestro Obispo Jorge Vázquez, durante su homilía. «Cuando contagiamos esperanza y cuando sobre todo nos reconciliamos, cuando dejamos que el perdón obre, cuando nos abrimos a los hermanos, cuando vivimos como hermanos, cuando vivimos unidos, las cosas cambian y se hace contagiosa entonces la fe, la esperanza y la caridad», concluyó.

 

Homilía de nuestro Obispo Jorge Vázquez en la Basílica de Luján, en el marco de la Peregrinación Diocesana a Luján.

La peregrinación que realizamos como diócesis siempre tiene un lema. El lema de este año es el siguiente: «Madre de la esperanza, ayúdanos a caminar juntos como pueblo peregrino de la Pascua».

Virgencita de Luján, aquí estamos tus hijos de la Iglesia que peregrina en Morón, Hurlingán e Ituzangó. Venimos ante todo a agradecer, agradecer todo lo que nos das, agradecer tu presencia de madre en las buenas y en las malas. Queremos agradecer de todo corazón el ministerio del Papa Francisco, que ahora nos ayuda desde el cielo.

Y recibimos al Papa León y pedimos para él mucha fuerza, mucha gracia, que lo ilumines para que caminemos juntos animados por la esperanza. Venimos entonces, madre, como peregrinos de la Pascua. Y hablamos de Pascua porque todavía estamos en ese tiempo de Pascua y además por todo lo que nos ayuda a pensar un hombre que vivió la Pascua intensamente, como es, como fue el Cardenal Pironio, sepultado aquí, y que es Beato.

Animados por la esperanza entonces nos acercamos a vos, madre, en este año jubilar con la alegría que brota del corazón de hijos que visitan a su madre, la madre de la esperanza. Peregrinar es caminar movidos por la fe y la esperanza como iglesia sinodal. No es el caminar de unos pocos, es el caminar de un pueblo, del santo pueblo fiel de Dios, el pueblo de la Pascua.

Caminar con Cristo que va haciendo camino con nosotros y con los hermanos que se han puesto a nuestro lado. Mirando a las periferias, llevándole a todos esperanza, alegría, en una palabra, transmitiendo el amor. La única fuerza que puede cambiar el mundo es el amor.

La única forma de comunicar esperanza es a través del amor. Por eso caminar juntos, unidos en el amor, es la clave para ser peregrinos de la Pascua. Como decíamos, en el camino encontramos muchos hermanos que viven situaciones de dolor, de desesperanza, tribulaciones, vulnerabilidad, la realidad de los migrantes.

A todos ellos estamos llamados a llevarles la esperanza que no defrauda y con amor acompañarlos en el camino. Así experimentamos, como decía el Cardenal Pironio, la esperanza que es seguridad, que es comunión y que es compromiso. El cambio que todos esperamos, la verdadera revolución, proviene del amor.

Amor en nuestras comunidades, amor en nuestras familias, amor en nuestros ámbitos de trabajo, amor en la universidad. Es decir, en todos los ámbitos de la vida, en toda la dimensión social, nosotros encontramos que es a través del amor como las cosas se modifican. Hemos escuchado a Jesús que en el Evangelio hoy nos dice, les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros como yo los he amado.

Esta es la señal, esta es la señal, el amor que nos tenemos si nos amamos de verdad. La señal es el amor. Así sabrán que somos discípulos de Jesús y que también somos hijos de María.

La Pascua es la experiencia de Cristo muerto y resucitado. Por eso la Pascua es el fundamento sólido de la esperanza, es el ancla de nuestra fe. Ha resucitado Cristo, nuestra esperanza, proclama la Iglesia, y nosotros queremos resucitar con él.

Virgen de Luján, Madre de la esperanza de nuestro pueblo, te pedimos por la paz en el mundo y por la justicia en nuestra patria. La paz que supera la violencia y la inseguridad. La paz que es perdón y reconciliación.

La paz social, fruto del amor y la justicia. La paz que nos regalás en Cristo, tu Hijo resucitado. Que nuestra Señora de la esperanza encienda en nuestros corazones la luz inextinguible, la luz de la fe, pero también la luz de la esperanza.

Que tiene que ser consagiosa para poder cambiar el mundo. Cuando contagiamos esperanza y cuando sobre todo nos reconciliamos, cuando dejamos que el perdón obre, cuando nos abrimos a los hermanos, cuando vivimos como hermanos, cuando vivimos unidos, las cosas cambian y se hace contagiosa entonces la fe, la esperanza y la caridad.