Por el Obispo de Morón, Jorge Vázquez

En el mensaje que dirigí al Pueblo de Dios que peregrina en Morón en la Catedral el 12 de marzo, en el inicio de mi servicio como Obispo, me presenté como un amigo lo hace con su amigo, abriéndoles el corazón. Hoy quiero compartir con ustedes, queridos sacerdotes, diáconos, religiosas, consagradas(os), seminaristas y con todos los fieles laicos (jóvenes, adultos, los queridos viejos): la alegría del caminar juntos, la alegría de evangelizar, la alegría de Jesús. Y por otra parte reflexionar en voz alta desde la experiencia del mismo caminar.

La Navidad de 2017 nos encuentra en los comienzos de un nuevo caminar como Iglesia de Morón. Porque el 7 de octubre, en la fiesta de Nuestra Señora del Buen Viaje, la Señora del camino, iniciamos el Primer Sínodo Diocesano asumiendo este desafío de caminar juntos.

Aquel día, como María de la Visitación, nos pusimos en camino con ilusión, con esperanza, con entusiasmo, y sobre todo, con muchas expectativas.

1) Salir de sí – Caminar

Ponerse en camino implica ante todo salir de uno mismo, un abandono de toda postura autorreferencial tanto personal como de grupo. Un éxodo que implica salir del propio amor, querer e intereses (San Ignacio – Ejercicios Espirituales 189), desinstalarse para asumir el camino y el caminar.

Salir de uno mismo implica descentramiento (dejar de ser el centro), salir del encierro en el propio yo que nos convierte en seres autorreferenciales.

El hombre autorreferencial, el grupo autorreferencial, ha perdido los horizontes del camino y del caminar. Los hombres así se instalan, se quedan, no se mueven. Construyen refugios, se encierran, y lo peor es que terminan adquiriendo, como dice Francisco, una psicología de tumba, “que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo… Llamados a iluminar y a comunicar vida, finalmente se dejan cautivar por cosas que sólo generan oscuridad y cansancio interior, y que apolillan el dinamismo apostólico”. (EG 9)

Una de las consecuencias más serias, de esta manera de vivir es la pérdida de la sensibilidad:

“tienen ojos y no ven
tienen oídos y no oyen” (Mc. 8, 18)

Me refiero sobre todo a la pérdida de la sensibilidad pastoral, que conduce a su vez a la pérdida de la inteligencia pastoral, que nos torna incapaces de leer dentro de la realidad y de discernir los signos de los tiempos. De ahí a la desconexión con lo real, no hay más que un paso.

2) Salir de sí, camino para el Encuentro

El salir de sí es fundamento de todo verdadero encuentro. Salir de sí es ponerse en camino para celebrar en la vida el encuentro con los otros, el cual está íntimamente ligado al encuentro con Dios.

Por eso rezar de verdad es salir de sí, descentrarse. El camino de la oración es abandono de sí, abandono dinámico, activo en la confianza. La verdadera oración la que nos enseñó Jesús nos anima a decir Padre Nuestro, y por tanto, nos conduce al encuentro con los hermanos. Cuando rezo solo y digo Padre Nuestro lo estoy diciendo con mis hermanos.

La oración celebra el encuentro con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva (Benedicto XVI, Deus Caritas est 1).

Y “sólo gracias a ese encuentro o reencuentro con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de autorreferencialidad” (EG 8).

Este Encuentro, a su vez, nos reconduce al camino y abre la senda para el anuncio y la acción evangelizadora, que nos permite comunicar a otros en una cadena ininterrumpida de encuentros el amor que hemos recibido.

La vida de gracia se acrecienta cuando se pone en juego, cuando se convierte en don para los demás, y se pierde cuando se cae en las actitudes y posturas egoístas, en el individualismo y el aislamiento, en la pereza, en la comodidad y en el acostumbramiento (cf. EG 9). De ahí, que la tarea evangelizadora, lejos de mutilarnos, nos abre al camino de la realización personal (cf. EG 9)

3) Un Dios en salida, el Dios del camino y del encuentro

Dios sale al encuentro del hombre. Desde esa realidad, Juan Pablo II caracteriza el cristianismo, diferenciándolo de toda otra religión en la que el hombre es el que busca a Dios. Y afirma que en el cristianismo: “no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo” (Tertio millennio Adveniente 6) .

El camino de un Dios en salida arranca en el misterio de su propia vida íntima.

Dios es familia, Trinidad, Comunidad. Dios, comunión de amor.

Y ese Dios Trinidad sale de sí en puro desborde de amor: en la creación: en la encarnación, es decir en el misterio de la Navidad, y en el don del Espíritu en Pentecostés.

La salida de sí es expresión del dinamismo expansivo del amor.

El Dios en salida es un Dios peregrino y caminante que asume en la encarnación del Hijo el camino del hombre. Se hace hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de María y así comienza a caminar como hombre, así comienza a hacer la experiencia de lo humano. Podemos afirmar que Dios comienza a caminar en las entrañas de la Purísima, y por qué no decirlo, en la Purísima del Buen Viaje. En Ella, camino y viaje se identifican.

4) María la que se puso en camino. (Lc. 1, 39)

María impulsada por el Espíritu Santo, embarazada de Dios, se pone en camino: “sale de sí al camino, María comienza así a recorrer los caminos de los pueblos, los caminos de todos los hombres y mujeres, especialmente de los pobres, los humildes, los que no cuentan, y lo hace con prontitud, sin vueltas. María siente el apremio del Espíritu, que la impulsa a caminar…. María lleva en su seno al Hijo de Dios para entregarlo a todos… María se convierte así, en la primera evangelizadora… es por eso también la primera misionera, la primera peregrina. María no se queda, no se instala, María sale al encuentro, María se mueve, María visita, María se pone en camino para servir”. (Homilía 7/10/17)

La Iglesia de Morón se siente reflejada y desafiada por este Misterio de la Visitación, “misterio del caminar, de una Iglesia que no se queda sino que se mueve, que sale al encuentro y lo genera” (Homilía 7/10/17).

Les recuerdo que esa misma homilía de la fiesta Patronal, abordando las consecuencias de lo que significa ser Iglesia que camina, Iglesia del camino y de los caminantes afirmaba: “Hoy como María nos ponemos nuevamente en camino sin perdernos por senderos que no conducen a ningún lado, sin entretenernos en discusiones que son inútiles porque nunca muerden la realidad, sin las nostalgias y añoranzas del pasado que nos detienen, nos frenan y nos impiden caminar; sin quedarnos sentados esperando quién sabe qué condiciones ideales para arriesgarnos a la misión.” (Homilía 7/10/17)

5) Camino de Dios, camino del hombre, camino de la Iglesia.

Dios en la Encarnación se hace camino que conduce al hombre a la verdad, es decir, a la plenitud de sentido.

“ Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14, 6).

Por la Encarnación Dios se ha unido, en cierto sentido, a todos y a cada uno de los hombres. Así es como en el misterio del Verbo Encarnado se esclarece el misterio del hombre. (GS 22)

El dinamismo de la salida, del caminar y del encuentro que se verifica en la Encarnación se prolonga en la Iglesia: “Jesucristo es el camino principal de la Iglesia”: camino hacia el Padre (Jn 14, 1ss), y es también el camino hacia cada hombre” (RH 13).

El hombre en su realidad personal en su ser comunitario – social, en el devenir de la historia, en el contexto de toda la humanidad y de los pueblos, “este hombre es el camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión” (RH 14).

La Iglesia en salida, la Iglesia camino, es la Iglesia que transita los caminos concretos por los que a su vez transitan los hombres y mujeres concretos y los pueblos. Es la Iglesia, Pueblo de Dios, Iglesia peregrina, solidaria de la suerte del hombre, especialmente solidaria con la situación actual de los pobres, los sufrientes, los excluidos, los sobrantes. Iglesia solidaria con las mujeres que sufren la violencia de todo tipo, sometidas y esclavizadas por la trata de personas. Iglesia solidaria que sufre y llora con los adolescentes y jóvenes sumergidos en el mundo de las adicciones y sobre todo que siente en carne propia la orfandad y el abandono de tantos chicos y chicas sin horizontes que han perdido el sentido de la vida. ¡Cómo no conmoverse, cómo no consternarse frente al fenómeno de porcentajes en crecimiento del suicidio de adolescentes y jóvenes!

El camino de la Iglesia es el hombre, “este hombre es el camino de su vida y experiencias cotidianas, de su misión y de su fatiga, debe ser de manera siempre nueva, consciente de la situación de él” (RH 14).

Este es también el camino de nuestra Iglesia de Morón: los hombres y mujeres de este pueblo, los jóvenes, los niños. La gente concreta de Morón es el camino de la Iglesia de Morón, que se ha puesto en marcha dispuesta a compartir los gozos, los dolores, las luchas y esperanzas de la gente. Queremos ser cada vez más Iglesia que humaniza, abierta al mundo, que dialoga con todos “la Iglesia que escucha a Dios, que habla desde la realidad y que capta los signos de este tiempo. Iglesia que ve, escucha y se compromete. Iglesia que abre puertas y construye puentes. Iglesia que opta por los pobres y se nota.” (Mensaje 12/3/17 – Misa inicio ministerio como Obispo coadjutor de Morón)

Queremos ser una Iglesia capaz de colaborar con la gestación de una nueva cultura de encuentro, de amistad social, y de solidaridad.

Les reitero la invitación a caminar juntos, a celebrar la vida, a ponernos en marcha con entusiasmo en “una nueva etapa de la evangelización, marcada por la alegría” (EG 1)

Nos acompaña la Señora del Camino y del caminar, la Purísima Concepción del Buen Viaje que va adelante nuestro abriendo caminos, la primera evangelizadora de estos pagos.

¡Les deseo a todos una muy Feliz Navidad!. ¡Dios los bendiga!.

Padre Obispo Jorge