Carta para la Navidad 2021
Al querido pueblo de Dios que peregrina en Morón, Hurlingham e Ituzaingo junto a todos los hombres y mujeres que aquí habitan, con los cuales compartimos el caminar de la vida, entre alegrías y dolores, luchas y desafíos, sueños y esperanzas.
Todavía nos sentimos golpeados por la pandemia y sus consecuencias. Nos vemos frágiles y nos asaltan los miedos; el aislamiento nos afectó y nos cuesta salir al camino. Tenemos necesidad de volvernos a vincular, de que alguien nos escuche y de encontrar consuelo para nuestras pérdidas y un poco de luz para nuestras noches oscuras.
La crisis social es alarmante. Duele en el alma el crecimiento de la pobreza, especialmente en los niños y adolescentes que llega ya al 60 por ciento. La falta de trabajo golpea fuerte y afecta mucho a las familias. La dirigencia parece no estar a la altura de la situación y la grieta se sigue agrandando.
La celebración de la Navidad
En esta situación nos disponemos a festejar la Navidad 2021. Todos sabemos que Navidad es sinónimo de alegría, pero, ¿cómo es posible alegrarse en medio de tanto dolor, de tanta frustración, de tanta injusticia, de tanta desigualdad? ¿Cómo podemos invocar la alegría cuando todavía la pandemia nos amenaza? ¿Tiene sentido la esperanza? Y, en definitiva, ¿Tiene sentido celebrar la Navidad y desearnos felicidad? Deberíamos decir que no tiene sentido si la Navidad se reduce al desborde consumista, a los excesos en la comida y en la bebida, al desenfreno y al descontrol, sin ni siquiera saber qué estamos celebrando. No tiene sentido si la cultura del individualismo y la indiferencia frente al sufrimiento de los pobres nos sigue ganando.
¿Cómo es posible anunciar la alegría, en medio de la tristeza, el dolor, la soledad, la desesperanza?
¿Es que debemos callar y renunciar a la Alegría que nos trae a todos la Navidad?
“Puede sonar extraño en este contexto, pero en esta Navidad queremos invitar a la alegría. La alegría profunda y verdadera. La alegría que viene de Dios. La alegría de los pobres que, a pesar de todo, siempre encuentran algo para celebrar y agradecer. La alegría de las familias, que como la de Jesús, María y José, siguen siendo espacios de contención, de consuelo y de ayuda mutua”. (Mensaje de Navidad de la Comisión Permanente de la CEA 2021)
¿Cómo podemos callar si la Navidad, es decir, el nacimiento de Jesús, trae a la humanidad herida la esperanza que no defrauda?. El hace suya la herida y la sana. Entonces, sí: la Navidad tiene sentido y debemos celebrarla.
Tengamos en cuenta la primera Navidad, cuando nació Jesús en Belén, no fue aquella una situación ideal, las condiciones de vida de Israel eran muy difíciles, pues estaba bajo el dominio del imperio romano. José y María embarazada tuvieron que ir a Belén para el censo y allí le llegó el tiempo de ser madre; y “María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos” (Lc 2,7).
Por lo tanto, las circunstancias por más complicadas, difíciles y oscuras que sean no impiden la Navidad; no impiden que Dios se encarne, se haga uno de los nuestros y se meta en la historia; no impiden la alegría; ni pueden apagar la luz de la esperanza.
La Navidad el nacimiento de la Alegría
Dice el Papa Francisco “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1). Él es la raíz, la fuente de la alegría. Podríamos decir que Jesús es la alegría, así como es el Camino, la Verdad y la Vida. (Jn. 14, 6). Él quiere que su gozo esté en nosotros y que sea pleno (Jn. 15,11).
La Navidad nos trae la fuerza y el ánimo de la alegría con la cual podemos recrear un futuro de esperanza en solidaridad y en fraternidad.
La Navidad nos revela a un Dios en salida que viene a nuestro encuentro, trayéndonos a todos, la alegría de la salvación. La Navidad enciende la luz que disipa las tinieblas de nuestro mundo: la oscuridad del egoísmo, de la violencia, de la mentira, de la corrupción, de la indiferencia, porque “el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz”. (Is. 9, 1)
La esperanza nos mueve al compromiso, nos abre al amor que fluye en los corazones humanos y que es mucho más grande que toda la maldad y todo el odio que existe en nuestras sociedades. El amor es más fuerte que toda la tragedia que provocó el COVID 19.
Navidad es tiempo para renacer, recrear y construir un mundo nuevo.
La alegría sinodal
Por último, los invito a seguir caminando juntos en este nuestro primer sínodo diocesano. Venimos experimentando en distintos momentos de nuestro camino lo que podríamos denominar: la alegría sinodal, es decir, la alegría que proviene de la vivencia del caminar juntos, del sentirnos hermanos y vivir la comunión, así como también la alegría de la escucha, del participar y construir juntos los consensos necesarios para responder a los desafíos que se nos presentan hoy.
La alegría sinodal se convierte en misión y nos impulsa a ser una iglesia en salida para compartirla con todos los hombres y mujeres de nuestra querida tierra de Morón, Hurlingham e Ituzaingo. (
Virgen del Buen Viaje queremos pedirte, de un modo especial en esta Navidad, caminar juntos como portadores de la alegría del Evangelio.
Les deseo a todos una muy feliz Navidad, llena de la alegría de Jesús, y un año nuevo mejor.
Padre Jorge Vázquez
Obispo de Morón