Carta para la Pascua 2021
ESPERANZA Y SOLIDARIDAD
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro (Jn. 20, 1)
Querido Pueblo de Dios:
Pueblo peregrino que va recorriendo los mismos caminos de los hombres y mujeres de “esta tierra de Morón”. Recorrer los mismos caminos significa compartir las mismas alegrías y esperanzas, penas y dolores, especialmente los padecimientos de estos tiempos de pandemia.
Cuando todavía estaba oscuro
Reconocemos que experimentamos la misma incertidumbre que sienten la gran mayoría de las personas frente al futuro, que por momentos aparece amenazante y oscuro. Experiencia de sentirnos solos, ya que, como dice el Papa Francisco, las seguridades en las que nos apoyábamos ya no existen, en realidad se han vuelto inseguras.
La fragilidad del ser humano ha sido puesta en evidencia. Y esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo superar la desolación en la que estamos sumergidos? ¿Cómo rehacer los vínculos que han quedado dañados? ¿Cómo resistir al instinto egoísta, tanto a nivel personal como social que nos empuja a encerrarnos en nosotros mismos, pensando que podemos salvarnos solos? ¿Cómo quebrantar la dureza de los corazones y la insensibilidad frente al sufrimiento de los “otros”?
Parece mentira, pero en las desgracias colectivas suele crecer junto a la más extraordinaria capacidad de amor y solidaridad, una inusitada maldad que hace que muchos quieran aprovecharse de la desgracia de tantos en favor de sus propios intereses.
¿Cómo puede ser que en el mundo haya más de 120 países que no han recibido ni siquiera una sola vacuna?
Lamentablemente esta situación tan difícil que vivimos puede llevarnos, también, a profundizar las divisiones sociales que agrandan la grieta y que a veces se manifiestan en expresiones de odio que creíamos superadas.
Por supuesto que son muchas más las razones que nos animan y nos ayudan a seguir esperando. Queremos tener una mirada de esperanza.
Todavía está oscuro, pero ya es el primer día
El antídoto: La esperanza
Solo subrayo el compromiso de una multitud de instituciones y de personas de todos los niveles sociales que se han puesto la pandemia al hombro y han posibilitado que la crisis social y económica, especialmente el hambre pudiera de alguna manera contenerse.
Si la depresión y la desesperanza se adueñan de este momento llenándonos a todos de oscura desolación, existe un antídoto: “La esperanza, tan ausente y tan necesaria como la vacuna del COVID19” (Luis Alberto Jorge “Esperar en tiempo de Pandemia”).
¡Cómo no renacer en la esperanza al experimentar tanto compromiso y solidaridad!, enfermeros, médicos, jóvenes que ayudan en los comedores, sacerdotes, religiosas, capellanes de hospital, la gente de limpieza, los voluntarios de Cáritas, muchas personas de nuestras comunidades que se han animado a colaborar en las ollas populares, generando toda una gran corriente de solidaridad capaz de encender la llama de la esperanza.
Esperanza y solidaridad
Todavía está oscuro, la pandemia se intensifica, llegó la segunda ola, pero desde la solidaridad y la confianza, puesta en el Crucificado- Resucitado, que destruyó el poder de la muerte y le quitó al mal la última palabra, puede surgir la esperanza.
La esperanza se construye con el compromiso solidario de todos porque sabemos que nadie se salva solo.
Decía el cardenal Pironio: “La esperanza es actividad, es creación; no es simplemente cruzarnos de brazos y esperar tiempos mejores. Cada uno de nosotros tiene que hacer algo: hombres nuevos, crear una sociedad nueva, crear un hombre nuevo, crear estructuras nuevas, no esperar que nos vengan caídas desde arriba. La esperanza es esencialmente compromiso, es actividad, es creación”. Tenemos que crear fraternidad, tenemos que hacer liberación.
La esperanza no es una ilusión, tampoco un optimismo barato que termina por negar la realidad. La esperanza es compromiso con la realidad así como es, “acogiendo la vida como viene”, con sus luces y sus sombras, con sus grandezas y sus miserias: acoger a los que están más lejos, a los enfermos, a los jóvenes perdidos en el sin sentido, a los ancianos dejados de lado, etc. Todo este compromiso, toda esta solidaridad deviene en lo que podemos llamar “experiencias de resurrección”. Cuando hablamos de acoger la vida así como viene pensamos en el espíritu que anima a los hogares de Cristo y a nuestro propio Hogar Ntra. del Buen Viaje, de Hurlingham.
Estas experiencias son similares a las experiencias de nuestros barrios en los que crece la solidaridad, y que el padre Scannone llamaba “experiencias de redención”.
El fundamento que posibilita asumir la vida así como viene, supone para nosotros cristianos, acoger la novedad de la Pascua, la novedad del Resucitado y confiar, con la misma audacia de San José que acogió a María, aun sin comprender lo que estaba pasando. (Patris Corde 4)
Esperanza y confianza
La esperanza es confianza, pues se apoya en Dios, que es nuestra fortaleza,” nuestra roca, nuestro libertador… nuestro escudo, nuestra fuerza salvadora, nuestro baluarte” (Sal 18,2), la roca firme en que nos apoyamos. Por eso, la esperanza es la fuerza que nos permite enfrentar, todas las dificultades que hoy se sintetizan en la pandemia que padecemos.
Podemos vivir con esperanza, aunque “todavía esté oscuro” porque la luz del “primer día de la semana”, la luz de la Pascua nos envuelve a todos e ilumina la historia humana cargándola de sentido.
“No estamos confiados y tranquilos porque creemos que no nos va a pasar nada, sino porque creemos que pase lo que pase Jesús resucitado está con nosotros”.
El ambiente cultural, social, político en el que vivimos se caracteriza en gran parte por la desconfianza mutua. Creo que la raíz de la misma es el individualismo, la autorreferencialidad y, en definitiva el egoísmo, que es el virus que nos conduce a la división y a contemplar a los otros como una amenaza. Esto hace que vivamos a la defensiva, creando el caldo de cultivo para la enemistad social.
El primer día
La Pascua de Jesús es el primer día de un tiempo nuevo. Todo será diferente a partir de ese día. ¿Por qué hablamos de primer día? Porque la muerte ha sido vencida y ya no tiene poder sobre la humanidad.
El primer día, la mañana de la pascua es una explosión de luz que nos abre a “los cielos nuevos” y a “la tierra nueva” (Ap. 21, 1): “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap. 21, 4).
La luz del primer día de la semana no se apagará jamás, por lo tanto, tampoco la esperanza.
Concluyo esta carta invitándolos a contemplar a María, Señora de la Pascua, Madre de la esperanza, Virgen del Buen Viaje que nos acompaña en el camino que estamos recorriendo juntos, me refiero al sínodo diocesano, que es ante todo aprender a caminar juntos, para lo cual tenemos que aprender también a escuchar y a escucharnos.
Que María nos enseñe a caminar juntos en la esperanza “guardando estas cosas y meditándolas, como Ella, en el corazón” (Lc. 2, 19), y como mujer de la escucha nos enseñe a poner toda nuestra confianza y esperanza en Dios.
¡Muy feliz Pascua de Resurrección! Los abrazo en el Resucitado.
+Padre Jorge
Obispo de Morón