Nuestro primer Sínodo diocesano fue convocado por el obispo con una doble finalidad: encarnar en Morón la Evangelii Gaudium del Papa Francisco y adoptar la dinámica sinodal como forma ordinaria de llevar adelante la vida y la misión de nuestra Iglesia. Ahora bien, ¿en qué consiste esta “sinodalidad” que el obispo pretende que sea asumida en todo ámbito de la Diócesis? ¿Cómo se hace para ser una Iglesia que vive y anuncia sinodalmente? ¿Cómo se hace para que una parroquia, un colegio, un grupo viva y anuncie sinodalmente?

Para caminar juntos hace falta que alguien indique una dirección y que todos lo sigan. Pero esto no alcanza para hablar de sinodalidad: una compañía del ejército camina bien unida obedeciendo a quien la dirige. La nota que distingue el caminar de una Iglesia sinodal de la marcha de los soldados es la escucha. El líder del ejército no le consulta su parecer a los subordinados que tiene bajo su mando.

En cambio, la sinodalidad reclama que, antes de tomar una decisión, la persona que conduce escuche a todos los involucrados. No por indecisión o para congraciarse con los demás, sino porque confía en el sensus fidei que todos los bautizados poseemos, ese sentido sobrenatural de la fe. La persona que conduce sinodalmente busca discernir los caminos por los que el Espíritu Santo quiere conducir a la Iglesia (o a la comunidad en cuestión: grupo, movimiento, parroquia, etc.) y para ello escucha lo que Dios va hablándole a la gente. La dirección la decide quien tiene la autoridad de hacerlo, no se trata de una democracia en la que gana lo más votado; pero es una decisión que nace de una escucha que confía en el Espíritu que guía a la Iglesia.

Para ejemplificar, miremos cómo se va plasmando la sinodalidad en el mismo Secretariado del Sínodo. Compuesto por hombres, mujeres, jóvenes, laicos, religiosas y sacerdotes, el Secretariado va dando pasos en esta tarea que le encomendó el obispo: generar los cauces y las instancias para que todo el Pueblo de Dios que peregrina en Morón pueda ser dinamizado desde esta propuesta sinodal y celebre su primer Sínodo Diocesano. Este desafío se encara desde las diferentes comisiones que se fueron conformando para ello (escucha, asamblea, recursos, jóvenes, educación, misión y catequesis, comunicación, pastoral social y Cáritas) coordinando el trabajo general los Pbros. Del Río y Laguna.

El trabajo del Secretariado es un testimonio vivo de que si queremos genuinamente “caminar juntos” entonces hay que armarse de paciencia. Lleva tiempo escuchar el aporte de todos, lleva tiempo aceptar las observaciones y analizar modificaciones a la propuesta original, lleva tiempo la participación. La diversidad de experiencias y miradas enriquece al trabajo del Secretariado, siendo un desafío la coordinación del mismo. No siempre es fácil llegar a propuestas superadoras y los coordinadores generales hasta ahora han logrado evitar caer en la tentación de resolver rápidamente aquellos asuntos que hay que elaborar juntos.

Por supuesto que el Secretariado se sabe en total dependencia del obispo. Él pone los lineamientos y criterios generales que se busca concretar (por ejemplo, la evangelización marcada por la alegría, la participación de los jóvenes, la dimensión social del Evangelio, etc.) y siempre corresponde a él confirmar el trabajo realizado. El aporte conjunto de las comisiones coordinadas encuentra su última validación en el obispo. Por otro lado, también es cierto que, al convocar un Sínodo, el obispo está haciendo una declaración explícita de querer contar con todo el Pueblo de Dios para discernir mejor los signos de los tiempos y proponer nuevas líneas para la evangelización en nuestra Diócesis. En este sentido, los miembros del Secretariado se saben respaldados por su pastor.

Así, los miembros del Secretariado encabezados por los coordinadores generales van plasmando modestamente un estilo sinodal de trabajo al servicio de la Iglesia diocesana de Morón. Caminando juntos, son ellos los primeros en encarar esa necesaria “conversión pastoral” para llevar adelante la sinodalidad como forma ordinaria de la vida pastoral.

Pbro. Matías González