El sábado 11 de mayo, con la celebración de la Eucaristía en la Basílica de Santa María la Mayor, nuestro Obispo Jorge Vázquez, junto con los otros obispos de la región Buenos Aires, terminó su visita Ad Limina a la Santa Sede. Durante una semana además de peregrinar a las tumbas de San Pablo y San Pedro, los prelados acudieron a encuentros con los distintos dicasterios vaticanos, y mantuvieron una reunión en el Papa Francisco.

Nuestro Obispo presidió la última Misa de la visita, y compartió con sus hermanos Obispos la siguiente Homilía:

Queridos hermanos al culminar nuestra visita Ad Limina venimos al Santuario más antiguo de occidente dedicado a la Virgen Madre de Dios, esta Basílica de Santa María la Mayor donde también se venera la imagen como icono a la Virgen como a los Santos Apóstoles romanos. Esta aquí desde el año 590. La tradición dice que lo pinto San Lucas. Acá viene el Papa Francisco luego de cada uno de sus viajes apostólicos a depositarle su ofrenda floral a la Virgen.

Hoy venimos a encontrarnos con ella, aunque en realidad nos estuvo acompañando todos estos días, en especial, cuando la celebramos el pasado 8 de mayo en la Solemnidad de Nuestra Señora de Luján.

Los Apóstoles luego de la ascensión se reunieron con María, madre de Jesús, y sus hermanos e íntimamente, unidos en la oración, esperaban al Espíritu Santo. Antes de recordar las Iglesias particulares, luego de haber visitado la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo y de habernos encontrado con Pedro, nosotros, sucesores de los apóstoles, necesitamos encontrarnos con ella y experimentar su ternura, su calor materno y la fuerza de su oración. Estamos unidos a ella en la oración. Nos hacemos parte de su canto, su alabanza y su alegría. Mi alma canta a la grandeza del Señor y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su servidora.

Hacemos nuestro su magníficat para agradecer lo vivido en estos días de gracia; hemos caminado juntos con fraternidad y colegialidad unidos como hermanos

El encuentro con Pedro no solamente nos confirmó en la fe sino que también nos hizo sentir más hermanos. Muchas de las vivencias de estos días nos han llenado de asombro, como el de la Virgen, la humilde servidora, que experimenta la grandeza de un Dios que mira la pequeñez, la grandeza de un Dios que es misericordia, que eleva a los humildes y a los pobres.

Nosotros también nos sentimos pobres, pequeños y frágiles ante la grandeza de la Misión que se nos ha encomendado como sucesores de los Apóstoles, pero confiamos, no nos achicamos, porque el Señor mira nuestra pequeñez y desde allí nos eleva y nos elige. Nos vienen bien las palabras de Pablo, que narran su experiencia deapóstol, en medio de luchas, desafíos y pruebas: ‘Cuando soy débil, entonces soy fuerte- porque como le hace saber el Señor- mi poder triunfa en la debilidad’, como leemos en 2 Corintios, 12. Esto puede ayudarnos a comprender que la Evangelización se vale, sobre todo, de los medios pobres. No de los medios poderosos, mundanos. Y nos lleva también a optar por por una Iglesia pobre, para los pobres.

Queremos pedirle también a la Virgen que nos comparta su alegría, que es la alegría de Jesús, la alegría del Evangelio, es la alegría de María en el misterio de la Visitación. El Cardenal Pironio, contemplando ese misterio, invoca a la Virgen como Nuestra Señora de la Buena Noticia.

Como sucesores de los apóstoles somos testigos del resucitado, llamados a serlo de verdad. La característica fundamental de un testigo del resucitado es la alegría. El desafíos compartir la alegría de Jesús resucitado. Como un amigo comparte la alegría con su amigo. Nuestra alegría es la de Jesús y como la alegría se contagia es de por si evangelizadora. Como el saludo de la Virgen a Isabel.

Sin duda, volvemos a nuestra tierra con un nuevo entusiamo, dispuestos a asumir el desafío en una nueva etapa de la Evangelización marcada por la Alegría. Y a profundizar en la opción misionera capaz de transformarlo todo, dispuestos a cuidar y acompañar la fe y esperanza de nuestro pueblo que valora el bautismo y ama a la Virgen.

Dispuestos a ser artífices de comunión y constructores de puentes en el seno de la sociedad, como hombres de paz y de reconciliación, especialistas de la escucha y el diálogo, tanto hacia adentro como hacia afuera de la Iglesia. Tal vez haya que poner un acento especial en la escucha, y el acompañamiento de los jóvenes.

Para terminar, quisiera destacar lo que nos pedía Francisco ayer, en el encuentro que tuvimos con él: que los obispos seamos ante todo hombres de oración. Hombres del anuncio del Evangelio, cercanos a los sacerdotes, conscientes de que el prójimo más prójimo de un obispo, es el sacerdote. Ya lo decía San Pablo VI, en Medellín, en la apertura de la segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano: ‘Amen cada vez más a sus sacerdotes y dedíquenles tiempo’.

Que María, Estrella de la Nueva Evangelización, nos bendiga, nos inspire, y nos acompañe.