“Caminando juntos te reconocemos al partir el pan” (Lc. 24, 13-35)
“Hay que seguir andando nomás” (Mons. Angelelli – Poema)
Caminando juntos
Somos un pueblo que camina. Pueblo de caminantes – peregrinos, rastreadores de huellas, intérpretes de signos y señales que nos van indicando el camino y revelando el sentido de la marcha de la vida, como los magos que se dejaron guiar por la estrella (Mt. 2, 9-10).
Vamos caminando juntos porque somos pueblo y no una mera suma de individualidades que confluyen en determinados intereses algunas veces. Caminamos juntos como hermanos, como fraternidad en camino, abierta a la misión y así nos sentimos Iglesia en la vivencia de la comunión y la misión.
Caminamos juntos y vamos generando encuentro, abriendo en la vida cotidiana, en la familia, en el barrio, en el trabajo, en la sociedad, espacios de comunión. Y es que estamos hechos para la comunión, el hombre es un ser hecho para la comunión que se realiza plenamente en el encuentro con Dios, que es Trinidad, que es familia, que es comunidad, de tal palo tal astilla (Zini).
Vamos caminando juntos y así nos sentimos Iglesia, disfrutando el gozo de ser pueblo. ”Andando nomás” vamos comprendiendo lo que significa el camino y el caminar de nuestro primer Sínodo diocesano.
Caminando juntos: la escucha
En la medida que caminamos juntos, hay sínodo. Cuando nos reunimos en asamblea para escucharnos, hay sínodo. Cuando somos capaces de escuchar a Dios de verdad, y de abrirnos al Espíritu que es el alma de la Iglesia y nos dejamos sorprender por El, hay sínodo. La actitud fundamental para caminar juntos la encontramos en la escucha.
Hace unos días celebramos dos asambleas sinodales decanales, la de Hurlingham y la de Ituzaingo, centrando la reflexión en el verdadero significado de la escucha. Compartimos algunos testimonios, que nos permitieron descubrir, entre otras cosas que la escucha es acompañar, es contener y que el conocer es escuchar.
Una trabajadora social nos decía desde su experiencia, que la gente tiene, ante todo, la necesidad de ser escuchada. Para lo cual hay que generar espacios en los cuales la gente pueda expresarse de verdad. Escuchar es dar tiempo evitando las respuestas apresuradas. El que verdaderamente escucha no juzga. Es necesario escuchar con la mirada, abriendo la mente y el corazón. ¡Que desafío para nuestra Iglesia, para cada uno de nosotros! ¡Escuchar!
Un operador terapéutico dedicado a los adictos decía: escuchar es amar.
Quisiera compartirles, ahora, unos versos del Obispo mártir Mons. Enrique Angelelli, titulado “oración de mi sacerdocio”:
Mi vida fue como el camino…
Pegadita al arenal
Para que la transite la gente
Pensando “Hay que seguir
Andando nomás”
Y es que la vida es camino y cada uno de nosotros se convierte en camino para los demás en la medida en que somos capaces de prolongar el gesto del partir y compartir el pan, haciendo viva la presencia de Jesús en su entrega de amor por todos. Por eso somos camino y también pan.
Queridos hermanos “hay que seguir andando nomás”, sin bajar nunca los brazos, con el corazón lleno de esperanza y “con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”. Así, también, camino y escucha se identifican.
Te reconocemos al partir el pan
“Hay que seguir andando nomás”, sabiendo que hay Alguien que camina con nosotros. El desafío es reconocer su presencia en el caminar de nuestra vida, que se hace historia de salvación.
Reconocer la Presencia para prolongarla en gestos, en palabras, en actitudes, que le permitan a otros reconocerla a su vez.
Hemos dicho que somos camino pero sobretodo somos pan que se parte. Este es el gesto de la Eucaristía que manifiesta el amor del Amigo en el don de su vida y entrega, en el pan partido. Este gesto es revelador y nos permite reconocer al Peregrino que recorre con nosotros los senderos del vivir asumiendo todas las situaciones humanas. No lo conocí al caminar, ahora sí en la fracción del pan. Ahora sí, Señor, en esta tarde te reconocemos en el gesto eucarístico, memorial de tu don, de tu vida entregada como pan partido para compartir.
“Hagan esto en memoria mía” (1Cor. 11, 24-25) y “Denles ustedes de comer” (Lc. 9, 13)
Caminando juntos, en la escucha y el compartir, asumimos el mandato de Jesús “Hagan esto en memoria mía” (1Cor. 11, 24-25). Jesús manda repetir el gesto que hace memoria de su Pascua por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Este gesto ha llegado hasta nosotros: “es el hacer la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo” (Francisco – Homilía 26/5/2016).
Lo contemplamos a Jesús en medio de una multitud cansada y hambrienta, vemos cómo recibe a la gente, cómo la acoge, cómo se preocupa por sus necesidades, cómo la atiende y sobre todo como la mira y escucha con entrañas de misericordia.
Ve a una multitud desorientada, confundida, sin rumbo, como ovejas sin pastor (Mt. 9, 36) y les regala la Palabra que orienta, que genera sentido y da vida. Una Palabra que hace, de una multitud desordenada, un pueblo, capaz de incluir a los que no cuentan, a los descartados. Jesús atento a las dolencias de la gente, se manifiesta también como médico, capaz de sanar las heridas del cuerpo y del alma. Esto es lo propio de Lucas, poner en evidencia a Jesús que sana. Lucas presenta a Jesús como “al médico salvador de la oveja extraviada y herida” (Fausti Silvano, Una Comunidad lee el Evangelio de Lucas, 292).
Esta tarde los que estamos aquí nos sentimos parte de esa muchedumbre de gente que busca a Jesús. Somos sus discípulos y El nos ha elegido para que nos hagamos cargo con El, de todas las hambres y necesidades de la gente.
¿Qué hacemos frente ante tanta carencia, qué hacemos con los heridos de la vida, con los desesperanzados, con los caídos, con los jóvenes que no le encuentran sentido a la vida, con las nuevas esclavitudes que pisotean una y otra vez la dignidad del ser humano?. Jesús vuelve a decir: “denles ustedes de comer”. Prolongando así el gesto de la Eucaristía, el memorial de la vida entregada, el pan partido para compartir, gesto que hace viva la presencia de Jesús. Acabamos de escuchar las palabras que Pablo recibió y que son las mismas que dijo Jesús y que seguimos proclamando hoy en nuestras Misas: “Hagan esto en memoria mía”. (1Cor. 11, 24-25). Este gesto prolonga a través de las manos consagradas, la presencia de Aquel que se hizo Pan para la vida del mundo, pero también pone en las manos de todos sus discípulos el pan para que lo compartamos y lo repartamos y así nadie pase hambre.
La comunión con Jesús en la Eucaristía nos convierte en pan, pues quien come el Pan de vida se hace pan, alimento, para saciar las hambres a través de la dinámica del amor.
El partir el pan, es el gesto que revela la identidad de Jesús porque expresa la vida entregada, donada por la salvación de todos. Este gesto nos permite reconocerlo y que otros también puedan hoy descubrir su Presencia viva en el pan que se comparte.
Queridos hermanos y hermanas para finalizar los convoco, los animo nuevamente a caminar juntos: caminando juntos “vamos andando nomás”, con esperanza y entusiasmo “con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”.
María, la Señora del Camino, la Virgen del Buen Viaje nos acompañe y nos sostenga en la marcha, que nos contagie su alegría.