Jornada de oración por la vida
Solemnidad de la Anunciación de la Virgen María y día del niño por nacer
25 de marzo de 2022
“Abrazar la Vida con ternura y misericordia”
Homilía predicada por monseñor Jorge Vázquez:
“Existe un vínculo muy estrecho entre la Anunciación y el anuncio del Evangelio de la vida”, tal como lo enseñó San Juan Pablo II en su encíclica Evangelium vitae, así se expresaba el Papa Francisco en su catequesis del 25 de marzo de 2020.
El sí de María en la Anunciación es ante todo un sí a la vida, un sí fecundo que genera vida y que nos invita a nosotros a dar un sí generoso y comprometido a toda vida. El contexto de la pandemia que aún estamos padeciendo en sus consecuencias, es una verdadera amenaza para la vida humana. La misma se agrava ahora por el fantasma de la guerra que solo trae destrucción y muerte.
Hoy más que nunca estamos llamados a ser testigos del Evangelio de la vida, y a pesar de las circunstancias a celebrar la vida, acogiéndola con alegría, a compartirla y abrazarla con ternura y misericordia.
Celebrar la vida
Celebrar la vida desde su inicio, en la concepción es honrarla hasta el final en su desenlace natural.
La vida es un regalo, el don más grande que nos hace Dios y que se manifiesta sobre todo en el envío del Hijo que nos trae la vida en abundancia. La gente humilde de nuestro pueblo, a pesar de las circunstancias difíciles, que nos tocan vivir, no pierde su capacidad de celebrar la vida y en gran medida la recibe así como viene.
Como María y José, tantísimos padres comparten la vida de sus hijos desde el momento de la concepción. Saben de la alegría que supone para abuelos, para tíos, para hermanos, para amigos, para la comunidad. Saben que un hijo es un regalo para el mundo, una nueva esperanza que se abre, venciendo a todas las situaciones de muerte.
Compartir la vida
Compartir la vida siempre, en todo momento, en toda circunstancia, acogiéndola así como viene.
Compartir la vida es compartir la mesa, la casa, el techo en la comunidad que se abre al más necesitado.
Compartir la vida es cuidar y acompañar al enfermo, al anciano que está en la recta final. Nuestros viejos no son un obstáculo, no son una carga, no están demás, son por el contrario una riqueza de la que recibimos la sabiduría de la vida.
Decimos que queremos compartir la alegría de la vida, pero las noticias nos confrontan a otra realidad. Tantas vidas tan queridas por padres y madres se apagan en cuestión de segundos en la guerra de Europa, y en tantos otros conflictos que a veces olvidamos rápidamente. En nuestros propios barrios tenemos familias batallando por la vida contra el mal de las drogas y las adicciones, entre otros.
“La Iglesia es el pueblo de la vida y para la vida” (San Juan Pablo II). Por eso lo nuestro como cristianos, es celebrar la vida compartirla, cuidarla con ternura y abrazarla siempre.
No debemos permitir que la oscuridad de este mundo (el individualismo, el egoísmo, la cultura de la muerte) anule nuestra capacidad de comprometernos para cuidar la vida en todas sus etapas, como ya dijimos desde la concepción hasta la muerte natural, desde cada lugar donde nos desempeñamos, podemos ser auténticos testigos de la vida.
Abrazar la vida con ternura y misericordia
El ángel le anunció a María “concebirás y darás a luz un hijo” (Lc.1, 31). Con estas palabras el Ángel le anuncia que va a ser la madre del Hijo de Dios!
Dios se hace hombre y asume nuestra condición humana desde el seno de su madre, se sumerge en la historia y asume toda experiencia humana. Por eso nosotros, como cristianos, estamos llamados a tocar de cerca la existencia concreta del otro, a abrazarla con ternura, tal el caso de madres y niños vulnerables que necesitan nuestro apoyo y nuestra ayuda.
Sabemos que la vida se abraza en su totalidad, con sus fortalezas y debilidades, con sus luces y sombras; sabemos que la existencia humana se asume con ternura, paciencia y delicadeza. Porque cuanto mayor es el sufrimiento y la fragilidad mayor es la exigencia de ternura. Estamos llamados a curar heridas, a tomar de la mano historias rotas que se reconstruyen con paciencia, al ritmo de Dios.
Estamos llamados a caminar juntos, con actitud solícita y audaz.
No olvidemos que la ternura brota de un Dios que es amor y que nos ama sin condiciones.
Nos viene bien la invitación del Papa Francisco a contemplar a María: ”Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y el cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles, sino de los fuertes.” (E.Gaudium 288).
Miremos entonces a María para poder abrazar con ternura y desde la misericordia toda vida, especialmente la del niño por nacer y de la mamá.
El fundamento de nuestro compromiso por la vida surge del hecho: “que todo ser humano está llamado por Dios a disfrutar de la plenitud de la vida; y por estar confiado a la protección maternal de la Iglesia, toda amenaza a la dignidad de la vida humana no puede menos que repercutir en su corazón, en sus entrañas maternales. La defensa de la vida para la Iglesia no es una ideología, es una realidad, una realidad humana que involucra a todos los cristianos, precisamente en cuanto cristianos y en cuanto humanos.” (Francisco – Catequesis 25 de marzo de 2020).
Con San Juan Pablo II en Evangelium vitae dirijamos “a todos los miembros de la Iglesia, pueblo de la vida y para la vida”, la más apremiante invitación “para que, juntos, podamos ofrecer a este mundo nuestro, nuevos signos de esperanza, trabajando para que aumenten la justicia y la solidaridad y se afiance una nueva cultura de la vida humana, para la edificación de una auténtica civilización de la verdad y del amor”.
Para finalizar quisiera que nos unamos todos a nuestro querido papa Francisco en este gesto por la paz entre Rusia y Ucrania adhiriéndonos al acto de consagración de ambas naciones al Inmaculado Corazón de María.
Tomando unas palabras de la oración de consagración del Papa, le decimos a la Virgen:
“Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz. …….. Por eso recurrimos a tí, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestra súplicas y acudes en nuestro auxilio.” (Francisco)
Buenos Aires (Morón), viernes 25 de marzo de 2022.
+ Jorge Vázquez
Obispo de Morón
Presidente de la Comisión Episcopal para la Vida, los Laicos y la Familia