“María se puso en camino”. (Lc. 1, 39)

Acabamos de escuchar el Evangelio de la Visitación que nos muestra a María quién apresuradamente se pone en camino para ir al encuentro de su prima Isabel que estaba embarazada.

María no se queda cómodamente instalada en su casa de Nazareth, y tenía motivos para ello pues estaba también esperando un hijo.

María se mueve, sale de sí al camino, María comienza así a recorrer los caminos de los pueblos, los caminos de todos los hombres y mujeres, especialmente de los pobres, los humildes, los que no cuentan,  y lo hace con prontitud, sin vueltas. María siente el apremio del Espíritu, que la impulsa a caminar.

Ese impulso, ese ánimo se manifiesta y se expresa en la alegría, en el entusiasmo, fruto del Espíritu, que tiene un motivo: Jesús, “el que trae la salvación al pueblo”.  María está embarazada de Dios, lleva en su seno al Hijo de Dios, para entregarlo a todos.

María es portadora de la alegría precisamente por eso, porque lo lleva a Jesús, alegría del hombre.

María se convierte así, en la primera evangelizadora: Nuestra Señora de la Buena Noticia,  la que vive la felicidad de tener fe (“Felíz de ti porque has creído”). (Lc. 1, 45).

María es por eso también la primera misionera, la primera peregrina…

María no se queda, no se instala, María sale al encuentro, María se mueve, María visita, María se pone en camino para servir. María sigue recorriendo nuestros caminos y viene a visitarnos: la vemos peregrinando en nuestros barrios, en nuestras villas, en nuestra ciudad. María visita y vive en la ciudad, no solo en el Santuario.

María de la Visitación canta, celebra, festeja al Dios que nos salva, al Dios cuyo nombre es misericordia y que la extiende de generación en generación, al Dios que nos mira con ternura, al Dios que eleva a los humildes y a los pobres, que se pone del lado de las víctimas y nunca de los victimarios; al Dios que nos socorre, y cumple sus promesas; al Dios que actúa en la historia, que realiza su acción en el mundo especialmente a través de los que no cuentan, de los que no tienen, de los que no aparecen en los diarios, de los que no tienen poder, ni influencia.

Como pueblo que peregrina en Morón, como Iglesia de Morón nos sentimos reflejados y a la vez desafiados por este misterio de la visitación, misterio del caminar de una Iglesia que no se queda sino que se mueve, que sale al encuentro y lo genera.

Iglesia servidora, Iglesia acogedora, Iglesia que anima., tal como lo vivimos hace una semana: saludando, recibiendo, animando y sirviendo al pueblo peregrino que desde el Santuario de San Cayetano se puso en camino hacia el Santuario Nacional de Luján.

Y así, una vez más, se hizo patente la identidad de Morón como posta de los caminos y de los caminantes. La Ermita de la Virgen del Buen Viaje reafirmó  así su actualidad y su vigencia.

Hoy como María nos ponemos nuevamente en camino sin perdernos por senderos que no conducen a ningún lado, sin entretenernos en discusiones que son inútiles porque nunca muerden la realidad, sin las nostalgias y añoranzas del pasado que nos detienen, nos frenan y nos impiden caminar; sin quedarnos sentados esperando quién sabe qué condiciones ideales para arriesgarnos a la misión.

La Iglesia que prolonga el misterio de la Visitación es la Iglesia que  peregrina, la Iglesia que comparte los gozos y esperanzas de nuestra gente, la Iglesia que humaniza, la Iglesia abierta al mundo, la Iglesia que dialoga con todos, “la Iglesia que escucha a Dios que habla desde la realidad y que capta los signos de este tiempo. Iglesia que ve, escucha y se compromete, Iglesia que abre puertas y construye puentes, Iglesia que opta por los pobres y se nota”. (mensaje 12/3/17 – Misa inicio ministerio como Obispo coadjutor de Morón). Iglesia generadora de la cultura del encuentro entre los argentinos. Iglesia que opta decididamente por la misión.

Este es el momento, nuestro hoy, desde el cual Dios nos reclama. Es el momento oportuno porque el tiempo ya está cumplido y Dios envió a su Hijo nacido de mujer para rescatarnos de todo tipo de esclavitud y darnos la libertad de los hijos (Gal. 4, 4). El Padre nos quiere y nos trata como hijos y desea que seamos verdaderamente hermanos, y nos da su Espíritu para que transformemos el mundo, para que generemos fraternidad, para que construyamos la paz en la justicia, para que cerremos la grieta que clama al cielo, donde una cantidad de hermanos, especialmente adolescentes y jóvenes son material de descarte.

Quiero en este momento agradecer a los jóvenes con los cuales tuve la alegría de encontrarme para compartir sus inquietudes, para escucharlos y para animarlos a hacer un gran lío evangélico en Morón.

Entre esos jóvenes se encontraban nuestros seminaristas, cinco de los cuales hoy dan un paso importante en el camino hacia la ordenación diaconal y presbiteral.

Juan Favatella, Julián Custodio y Mariano Márquez serán admitidos a las Ordenes Sagradas.

Arturo Fernández será instituido Acólito.

Hernán Acosta será instituido Lector.

Por otro lado cuatro hermanos nuestros serán admitidos para ser ordenados diáconos permanentes, son ellos Gustavo Ares, Adrián Fenoy, Alberto Arisio y Jorge Quartino.

¡Qué hermoso que en este día de nuestra fiesta patronal diocesana que es también la fiesta del pueblo de Morón, en la que celebramos a Nuestra Señora del Buen Viaje, la Señora del camino podamos ser testigos del paso que hoy dan estos hermanos nuestros, que se encaminan a consagrar sus vidas como servidores del Santo Pueblo fiel de Dios.!

Al concluir la Misa convocaré a todo este pueblo de Dios, que es la Iglesia que peregrina en Morón, a la celebración del Primer Sínodo Diocesano.

Al convocarlos al Sínodo los invito una vez mas a “caminar juntos”, esto es el Sínodo un modo de ser Iglesia que se concreta en el caminar juntos. Dicho caminar implica actualizar el misterio de la Visitación de María, caminamos llevando como ella, la alegría del Evangelio, la alegría de Jesús.

Le pedimos a la Virgen que ella nos encamine que nos ayude a ser sabios para discernir los caminos a transitar, que nos enseñe a escuchar y escucharnos.

Que María nos contagie la alegría y el entusiasmo necesarios para ponernos en camino y sacudirnos del letargo en que podemos como Iglesia acomodarnos e instalarnos.

¡Los invito a un nuevo entusiasmo evangelizador!

Jorge Vázquez, Obispo de Morón