LA VIDA EL PAN EL CAMINO

Todavía está fresca en nuestra memoria la extraordinaria experiencia vivida, hace poco menos de un mes con motivo de la peregrinación diocesana a Luján, momento clave de nuestro caminar como Iglesia de Morón (siempre lo ha sido y lo seguirá siendo).

Fue un acontecimiento gozoso, festivo, de intensa comunión al reencontrarnos nuevamente todos en la Casa de la Madre. Fuimos como peregrinos, “caminando juntos” para encomendarle a la Virgen nuestro primer Sínodo Diocesano. Sin duda, al contemplar la Basílica desbordante por la masiva presencia del Pueblo de Dios que peregrina en Morón, nos dimos cuenta que estábamos celebrando la primera gran Asamblea sinodal.

¡Qué hermoso fue experimentar la mirada amorosa de María que nos animaba desde su Santuario a caminar juntos, llevando la alegría del Evangelio!

Y hoy aquí, en Ituzaingó, sentimos que nuestra Iglesia está viva, que se ha puesto en camino y que ha llegado aquí a celebrar, a hacer fiesta y a comprometerse con el anuncio gozoso del Evangelio. El marco lo da la celebración del Corpus Christi, que se constituye así en otro de los momentos claves del Sínodo.

Estamos aquí reunidos en Asamblea, no olvidemos que este es otro de los nombres de la Iglesia, así como lo es caminar juntos. Es esta la Asamblea por excelencia, cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía.  Sabemos que la Eucaristía hace la Iglesia. ¿Qué relación existe entre nosotros, la Iglesia y la Eucaristía que celebramos? Dice San Agustín “Es vuestro misterio el que se celebra en el altar del Señor, dado que ustedes son el Cuerpo de Cristo y sus miembros; ustedes reciben su propio misterio y responden amén a lo que son, y al responder amén, lo aceptan.Se os dice : ¡Cuerpo de Cristo!,  ustedes respoden : ¡Amén!. Sé un miembro del Cuerpo de Cristo a fin de que tu Amén pueda ser verdadero”  (Sermón 272; PL 38, 12-46).

En esta Asamblea Eucarística vivimos a pleno lo que somos: misterio de comunión, de fraternidad, de amistad, de Alianza, de tal manera que comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Cristo es comulgar con los hermanos, recibirlos, aceptarlos, hacernos uno, pasando del yo al nosotros

La vida

Celebrar la Eucaristía es celebrar la Vida, la vida entregada por amor: la vida redimida, la vida transformada. Celebrar la Eucaristía es celebrar la Pascua que es liberación de toda esclavitud., de toda opresión y de todo tipo de abuso. Jesús da su vida, la entrega por la liberación de todos los hombres. El gesto eucarístico simbolizado en el pan y el vino, expresa la entrega del Cuerpo y la Sangre que sella la alianza definitiva entre Dios y los hombres, y de los hombres entre si.

La vida es sagrada, nuestro Dios es el Dios de la vida, no es un Dios de muertos ni quiere la muerte, sino que el hombre viva. La Eucaristía que celebramos nos hace tomar conciencia del compromiso fundamental que tenemos con la vida. La muerte de Jesús, su entrega nos dio vida, fue una muerte fecunda por amor, que nos rescató de la muerte porque la venció y la prueba es la resurrección.

¡Toda vida vale! Hoy, aquí, en esta Asamblea Eucarística Sinodal, reafirmamos que estamos dispuestos a cuidar y defender la vida desde su concepción hasta su fin natural, pues “somos el pueblo de la vida y para la vida” (San Juan Pablo II). Queremos cuidar y defender la vida de los niños y adolescentes que sufren la pobreza. Queremos cuidar y defender la vida de nuestros jóvenes víctimas de los mercaderes de la muerte; queremos promover y cuidar la vida de nuestras familias, para que nadie carezca de lo necesario para vivir dignamente; queremos defender y cuidar la vida de nuestros abuelos, escuchándolos, acompañándolos, respetándolos; queremos cuidar la casa común de todo tipo de contaminación.

Hacemos nuestro el desafio que nos plantea Francisco: “la defensa del inocente que no ha nacido debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte” (Gaudete Et Exultate, 101).  Frente a esta realidad no podemos permanecer indiferentes, no podemos celebrar la Eucaristía si no nos hacemos cargo de la misma, tampoco podemos “plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros solo miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente”(ib).

El pan

Para vivir necesitamos el pan , pero no solo el pan material. Hay muchas hambres que saciar, por eso necesitamos el pan del trabajo, que es el pan de la dignidad que nos permite llevar el pan a la mesa,  el pan de la justicia, el pan de la paz, el pan de la cultura, el pan del amor, el pan que pueda alimentar el sentido de nuestra vida.

Jesús se ha hecho nuestro pan, nuestro alimento fundamental, la Eucaristía es prueba de ello. Jesús se presenta como el Pan de Vida (Jn 6 35), como el pan de Dios que desciende del cielo y da vida al mundo (Jn 6, 33). Jesús es el verdadero alimento para el hombre, porque en Él encontramos el sentido de la vida y este es el hambre fundamental que todos padecemos. Por por eso Jesús se nos ofrece como el pan vivo bajado del cielo, el que lo come vive eternamente, el pan que nos da es su carne para la Vida del mundo (Jn 6, 51). Más aún comer su cuerpo y beber su sangre es garantía de nuestra futura resurección (Jn 6, 54). Por eso en el banquete de la Eucaristía comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre permanecemos en Él y  vivimos por Él (Jn 6, 56ss) y como Él.

Al ofrecer el pan y el vino en la Misa, ofrecemos nuestra vida, nuestros esfuerzos, nuestras alegrías, nuestros proyectos, nuestras esperanzas y también nuestras fragilidades, nuestros deseos más hondos, nuestros sufrimientos y angustias. Ofrecemos la vida de familia, la vida social, la vida de nuestra comunidad, que se transformarán en la consagraación, en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Así, al hacernos ofrenda, nuestra vida se convierte en don para los demás, nos convertimos en pan y nuestra vida se hace Eucaristía. Entonces la Misa se prolonga en la vida: en casa, en el trabajo, en el colegio, etc..

Todos nosotros estamos llamados a convertirnos en pan, en don para los demás, todos podemos decir de alguna manera, en la vida cotidiana, en la vida social, en las comunidades, “Tomen, este es mi Cuerpo”. Lo debe decir el Obispo con su vida; lo mismo el sacerdote; las monjitas que trabajan en los barrios o con los enfermos; los agentes de pastoral, los jóvenes que se comprometen y entienden que la verdadera felicidad, la verdadera alegría se encuentra en la solidaridad, en los valores auténticos, en el compromiso por construir una sociedad mejor; lo puede decir el papá y la mamá a sus hijos al comenzar su jornada; lo puede decir el médico, el abogado, el profesional que siente su vida como un servicio, de la misma manera lo puede decir el docente a sus alumnos etc.. Todos lo podemos decir. Lo quiere decir hoy la Iglesia de Morón al salir de la celebración al camino y la misión. Iglesia que se hace pan para el pueblo, que quiere partir y compartir el pan de la fe y de la esperanza, Iglesia que se hace ofrenda en el servicio de los pobres y descartados. Iglesia que comparte y acompaña a la gente. Iglesia que levanta y sana a los heridos.

“Este es el sentido profundo de las palabras de Jesús Hagan esto en memoria mía; hagan a los otros lo mismo que yo hice por ustedes; hagan lo que hice yo, así como yo me dí por ustedes, así dense ustedes”. (Raniero Cantalamessa, Reflexiones sobre la Palabra de Dios – Ciclo B, p. 142)  Hacemos la memoria del Señor cuando la Eucaristía celebrada en el templo la celebramos en la vida asumida como misión.

El camino

El lema que nos convoca es: “Jesús Pan de Vida, Alimento para nuestro camino”. No podemos caminar en la vida sin el pan que la sostiene, que la alimenta. Hemos contemplado a Jesús como Pan de Vida y hemos visto que es capaz de saciar nuestras hambres, especialmente el hambre de Dios, el hambre de un sentido para vivir. La Eucaristía que celebramos es el alimento verdadero que nos permite “caminar juntos”. La Eucaristía es vida y vida plena, pero al ser pan es también alimento, por eso decimos que la Eucaristía es alimento para el camino.

En esta Asamblea Eucarística Sinodal celebramos el misterio de nuestra comunión para la misión. La comunión es la que hace la Iglesia, la que nos hace ser Iglesia. La Eucaristía hace de nosotros “un solo corazón y una sola alma” (Hc. 4, 32). La Eucaristía al simbolizar la unidad, la realiza.

Banquete, pan, vino, mesa, comunidad, fiesta, sacrificio son símbolos que manifiestan en lo cotidiano de la vida el misterio del sacramento de la Eucaristía el misterio de la Iglesia comunión para la misión, Iglesia del camino, Iglesia de la escucha y el compromiso, Iglesia sinodal.

Entonces ¿qué es el Sinodo? Es esto que estamos viendo y viviendo, esto que somos: Asamblea convocada y reunida por el Señor que está en medio nuestro. Asamblea que se encuentra y reune para celebrar la Eucaristía y actualizar la Pascua. En el centro de esta gran reunión, de esta comunidad está hoy Cristo vivo y operante que se nos da porque quiere entrar en comunión con nosotros, mediante el don del Espíritu, para juntos construir la Iglesia comunión para la misión, Iglesia en salida.

Caminar juntos, acompañándonos unos a otros respetando ritmos y procesos es el auténtico significado de la realidad de la Iglesia sinodal.

El caminar juntos, el camino sinodal verifica su autenticidad en el compartir, en la solidaridad con los más necesitados, como lo hacían los primeros cristianos. La comunión es verdadera en el compartir. Por eso invito a toda la Iglesia de Morón a la generosidad en la colecta de Cáritas del próximo fin de semana. No hay sinodalidad sin el compartir, que muestra hasta que punto estamos dispuestos a caminar juntos.

Para finalizar quiero destacar la importancia de la escucha del Espíritu en la oración, que es el que nos marca el rumbo del caminar juntos, el rumbo del Sínodo. Por eso insisto en profundizar el camino de la oración No es descabellado decir que el Sínodo se hace de rodillas, especialmente en la adoración eucarística. Para la Diócesis es una gracia grande el tener dos centros de adoración permanente: uno en la parroquia Cristo Rey de Haedo el otro en la capilla de la Santa Cruz perteneciente a la parroquia San Carlos Borromeo de Hurlingham. Pido que en esos lugares se intensifique la oración por el Sínodo.