Una vez más nos encontramos caminando juntos en esta tierra, en este pueblo de Morón, Hurlingham e Ituzaingó, con este pueblo de Dios que peregrina en la historia concreta y que se apresta a celebrar la Navidad.
 
Celebrar la Navidad significa para nosotros abrirnos a la Esperanza; es un renacer de la esperanza del corazón de todos nosotros. Es un renacer que es aceptar un sí, el sí de Dios. Dios que viene a nosotros en Jesús, ese Jesús que viene a compartir nuestra vida, que comparte todas las situaciones más difíciles, aun nuestras fragilidades, aun los momentos más duros que vivimos. Ahí está Él acompañándonos. Se hizo hombre, eso es Navidad. Dios nos dice sí, los amo. Los contengo, los sostengo.
 
Y también implica un sí nuestro a Dios, un abrir el corazón. Tener un corazón como el pesebre, para que en él nazca nuevamente Dios. Dios con nosotros.
 
Como decíamos Navidad es celebración y fiesta. Es celebración de este sí, y es compromiso. Sobre todo en una apertura grande a estos cielos nuevos y tierra nueva que vienen de Dios y que nosotros queremos hacer posible con nuestro compromiso, con nuestro Sí al Señor. Sabemos que cielos nuevos y tierra nueva significan justicia, paz, fraternidad, ternura.
 
Y quisiera terminar con unas palabras del Papa Francisco a partir del gran signo que nos da Dios, que es el pesebre: “Desde el pesebre Jesús proclama con manso poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado”.
 
Les deseo entonces una muy feliz Navidad, que hagamos fiesta, que celebremos, pero que celebremos caminando juntos, siendo hermanos, y ocupándonos de los que más necesitan.