Arropados por el afecto de la comunidad diocesana, sus familias, y particularmente las comunidades en las que han venido sirviendo como diáconos, fueron ordenados este 4 de agosto, Fiesta de San Juan María Vianney, tres nuevos sacerdotes para la Diócesis de Morón. Se trata de los presbíteros Agustín Mirabella, Patricio Tomé, y Leonardo Freyre. Es la primera vez en 23 años que se ordenan tres sacerdotes juntos en la diócesis.

Presidió la celebración que tuvo lugar en la Catedral de Morón el Obispo Jorge Vázquez, quien fue acompañado además por el Obispo Juan José Chaparro, obispo de Merlo-Moreno, y Oscar Miñarro, auxiliar de esta diócesis hermana cuyos seminaristas se forman junto a los de Morón, y gran parte del clero que sirve en la Diócesis.

En su homilía, el Obispo recordó que en la vida del sacerdote «todo en la vida del sacerdote tiene que irradiar amor». «El sacerdote es misterio de amor. Por eso la Palabra: ‘¿Me amás?», ¿Me aman?’. ‘Tu sabes que te quiero’. Esta es la gran pregunta que el Señor nos hace, y les hace: ‘¿Me amas?’. Esta pregunta está indicando que el sacerdote es un misterio de amor. Y es el amor lo que le permite al sacerdote, como le permitió a Pedro, entrar en una relación viva con Él, con Cristo».

Monseñor Vázquez continuó: «El que no ama no puede entender la fe cristiana, y mucho menos que significa el sacerdote. No se trata de una comprensión intelectual, de una teoría, sino que es una cuestión de amor a Jesús, y desde Él, a todos los hombres, especialmente a los más necesitados, a los más pobres, a los excluidos». «La vida sacerdotal no tiene sentido sino en la línea de un amor auténtico, que incluye a todos, como decía Francisco insistitentemente ayer, a todos», expuso.

«Que la gente pueda descubrir en sus gestos, en sus palabras, que son curas que tienen corazón, que no tienen miedo de amar, ni de expresar ternura, bondad, delicadeza», pidió.

Al final de la celebración, el Obispo anunció los primeros destinos pastorales de los nuevos presbíteros. El padre Patricio Tomé fue designado Vicario parroquial de San Judás Tadeo, y de Nuestra Señora de Itatí de Ituzaingó. El padre Agustín Mirabella vicario parroquial de Nuestra Señora del Pilar, y de Nuestra Señora de Fátima, de Ituzaingó. Finalmente, el padre Leonardo, fue designado Vicario Parroquial San Carlos Borromeo. Además, informó que designó al padre Patricio delegado para los jóvenes, y al padre Agustín delegado para las vocaciones.

Homilía del Obispo en la Ordenación Sacerdotal de Patricio Tomé, Leonardo Freyre y Agustín Mirabella

4 de Agosto de 2023
“Festividad del Santo Cura de Ars”



Nuestra Iglesia de Morón vive hoy un momento que nos llena a todos de profundo gozo.
Habiendo culminado la experiencia de nuestro primer sínodo diocesano, donde compartimos nuestros sueños que queremos convertir en propuestas concretas, hoy el Señor nos regala tres nuevos sacerdotes. Esto no sucede desde hace mucho tiempo, más precisamente, veintitrés años.

¿Me amas? ¿Me aman?
El sacerdote misterio de amor

Esta es la gran pregunta que el Señor les hace. ¿Me aman?. Esta pregunta está indicando que el sacerdote es un misterio de amor y es el amor lo que le permite al sacerdote, como se lo permitió a Pedro, entrar en una relación viva con Cristo. El que no ama no puede entender la fe cristiana y mucho menos lo que significa el sacerdote. No se trata de una comprensión intelectual o de una teoría, sino que es una cuestión de amor a Jesús y desde El a todos los hombres, especialmente a los más necesitados, a los más pobres, a los excluidos.
La vida sacerdotal no tiene sentido sino en la línea de un amor auténtico que incluye a todos.
“Todo en la vida del sacerdote tiene que irradiar amor, su palabra tiene que ser una palabra auténtica de amor cristiano” (Card. Pironio)

Constructor de la unidad y la comunión

La presencia del sacerdote es también presencia de comunión. Es el hombre que hace la comunión, que genera la unidad y en definitiva la fraternidad. Por eso es capaz de construir puentes y destruir los muros de separación y de egoísmo.
La vida del sacerdote es, por eso, una vida consagrada al amor. Debe ser la expresión de Dios que es Padre, que es amor.

Queridos amigos Patricio, Agustín y Leo, antes de confiarles sus ovejas, así como lo hizo con Pedro, Jesús, hoy les hace la pregunta clave, fundamental ¿me amas?, ¿me aman?. Esta pregunta los abre así a la misión. Jesús no les pregunta si conocen bien la doctrina o si se sienten capacitados para guiar a la comunidad. Les pregunta si de verdad lo aman.
Es el amor a Jesús el que nos abre y nos capacita para animar, para orientar, para alimentar, para apacentar, para cuidar, para expresar y encarnar la ternura de Dios. En definitiva, para hacernos cargo del rebaño, y así se haga visible en nuestros gestos, en nuestras palabras, actitudes y acciones, el mismo amor del corazón de Jesús, el amor del buen Pastor.

El sacerdote expresa el misterio del corazón de Jesús

Queridos Patricio, Agustín y Leo recuerden que nuestra vida sacerdotal debe estar cada día más inmersa en el misterio del amor que brota del corazón de Jesús. Esto es lo que define nuestra identidad. Y por eso, el sacerdote es signo elocuente para la humanidad, para nuestra gente, de ese mismo amor. El sacerdote es el hombre de Dios que se convierte en camino que posibilita que todos puedan llegar a la experiencia de ese amor, identificándose con el corazón de Jesús, con sus sentimientos. (Flp. 2, 5)
Hoy Jesús los desafía para que con celo incansable y fervor de espíritu sirvan al Señor (Rm. 12, 11). Y despierte en ustedes el entusiasmo por evangelizar, por comunicar la alegría del Evangelio.
Jesús le preguntó a Pedro por tres veces si lo amaba. Pedro responde con humildad “si Señor vos sabés que te quiero” (Jn. 21, 15b). Jesús le dice si me amás de verdad apacentá mis ovejas, hacéte cargo de la gente, sé un verdadero pastor lleno de amor misericordioso. No tengas miedo a tener un corazón pleno de amor.
Que la gente pueda descubrir en sus gestos, en sus palabras, que son curas que tienen corazón, que no tienen miedo de amar, ni de expresar ternura, bondad, delicadeza.
Queridos Patricio, Leo y Agustín irradien amabilidad, no sean un obstáculo que impida que la ternura divina pueda manifestarse a partir de ustedes. Apártense de toda rigidez. No crean que la gente les debe rendir pleitesía.
Miren, el santo pueblo fiel de Dios, al que estamos llamados a servir, quiere mucho a los sacerdotes, confía en ellos, y por eso nos piden la bendición de Dios. No los defraudemos. Estemos siempre disponibles para escuchar, si hay algo que necesita la gente, sobre todo luego de la pandemia que hemos padecido, es ser escuchada. La escucha es sanante. Nos viene bien lo que dijera el Beato Enrique Angelelli “con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”.

El sacerdote encarna a Jesús Buen Pastor

La experiencia de amor del sacerdote está asociada a la experiencia del Buen Pastor, que brota del peso del amor, de un amor capaz de entregar la vida todos los días.
El ser pastor no es un honor es un servicio de amor, de un amor que se hace más profundo cuando se toma conciencia de todo lo que se nos ha perdonado.

El sacerdote expresión de un amor que es misericordia infinita.

Somos portadores de un misterio de amor, que es misericordia. Nuestro ministerio, es servicio, que brota de Dios, que nos reviste con su misericordia. Somos “investidos misericordiosamente del ministerio apostólico” (2Cor. 4, 1)
Si hay algo que debe caracterizar al sacerdote es la sencillez, la austeridad y sobretodo la humildad que surge de la conciencia de saberse un pecador perdonado, pero, sobre todo infinitamente amado.

Somos vasijas de barro

El sacerdote sabe que lleva un tesoro en una vasija de barro. Sabe de su fragilidad, de su vulnerabilidad, pero también es consciente que “el poder de Dios triunfa en la debilidad” (2 Cor. 12, 9). “Cuando soy débil entonces soy fuerte” (2Cor. 12, 10b)
La humildad del sacerdote hará de él un auténtico servidor. Nunca dejará de ser diácono, siempre estará dispuesto a arrodillarse ante los hombres para lavarles los pies.
El sacerdote sabe bien que no es el centro, el importante. De alguna manera, debe desaparecer porque como dice Pablo “no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús el Señor, y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús” (2Cor. 4, 5).

Consagrados por el Espíritu Santo

Dentro de unos momentos serán consagrados y ungidos por el Espíritu Santo para ser la revelación de un amor que lleva al extremo de entregar la vida por los demás.
Nuestra vida sacerdotal debiera expresar cada día al Dios amor, y esto es lo que la gente busca en nosotros, busca el misterio, no al hombre misterioso e inaccesible sino al misterio que es transparencia de Dios en nuestra vida. Dicho de otra forma buscan al hombre de Dios porque tienen hambre de Dios sobre todo en los momentos de dolor, en que todo parece oscurecerse y carecer de sentido.
Pidámosle al Señor que nos haga crecer en la comprensión y en la compasión desde las entrañas de la misericordia para ser verdaderamente sabios y expertos en humanidad.

Queridos Patricio, Agustín y Leo la vida de ustedes, entonces es expresión de amor; del gran amor del Dios que los mira, los elige, los llama y hoy los consagra para amar, para servir al pueblo de Dios como pastores capaces de dar la vida por las ovejas. La vida de ustedes como la de Jesús es misión de amor.

Para finalizar ser cura es ofrecer como María, al pie de la Cruz toda nuestra vida. Ser cura es ser siervo de todo hombre, siervo por amor, el sacerdote es el amigo de Dios para los hombres, como decía Pironio.
Eso es lo que somos, siervos, servidores, pastores, y aquí estamos con María junto a la Cruz de Cristo, junto a la Cruz de los sufrientes y queremos prolongar con Él esa entrega de amor. Porque el sacerdote, queridos hermanos míos, es misterio de amor, pero sobretodo es un hombre misericordioso, hombre que custodia la fe y la esperanza del pueblo.

+Jorge Vázquez
Obispo de Morón