Solemnidad de San José Obrero

Ordenación Diaconal: Juan Favatella

Morris, 1° de mayo de 2021

 

“¿No es este el Hijo del carpintero?” (Mt. 13, 55)

“Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. (Fil. 2, 5)

El día de la solemnidad de San José, el 19 de marzo pasado, ordené cuatro nuevos diáconos permanentes. Hoy en esta querida comunidad de Morris que festeja a su patrono, ordenaré diácono en camino al presbiterado, a un hijo de esta comunidad: Juan Favatella.

En la homilía que pronuncié en esa oportunidad los invitaba: a Carlos, Horacio, Daniel y Félix a contemplar a San José como figura del diácono, porque “en San José vislumbramos a alguien que al igual que María, asume su vida con la disponibilidad y la humildad de un servidor. Lejos de todo protagonismo del aparecer, del hacerse notar o del competir. El diácono servidor al igual que San José no siente, no piensa, ni actúa desde la lógica mundana del poder, sino desde la lógica evangélica del amor” (Homilía Obispo Jorge Vázquez, Solemnidad de San José 2021). Podríamos agregar que piensa y actúa con “los mismos sentimientos de Jesús”, asumiendo así tu lema de ordenación.

El Evangelio que hemos escuchado nos habla de los orígenes humildes del Mesías, al que se lo conocía como “el Hijo del carpintero“: ¿No es este el Hijo del carpintero? ¿Su Madre no es la que llaman María? (Lc.13, 55)

San José aparece en los Evangelios como el servidor silencioso y obediente que hace posible el gran sueño de Dios: la encarnación del Hijo para la salvación de la humanidad.

Juan, el lema que elegiste para tu caminar diaconal, tomado de la Carta a los Filipenses: “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil. 2, 5) marca el camino que tendrás que asumir y recorrer para que puedas plasmar en tu vida el sueño de Dios para nuestro tiempo y para esta Iglesia concreta de Morón a la cual, a partir de hoy, quedás incardinado.

Lo primero, entonces, es configurar tu propia vida a Cristo Siervo: sintiendo, pensando y actuando como Él. No olvides que el diácono es, precisamente, sacramento de Cristo Siervo, lo cual implica “probar por experiencia lo que experimentó el mismo Jesucristo” (Santo Tomas, Comentario a la Carta a los filipenses). Experiencia, a la que se accede a través, de los cinco sentidos transfigurados por la fe, la esperanza y el amor: ver, oír, oler, gustar, “tocar sintiendo de tal manera como si tocásemos imitando sus acciones”. (Ibidem)

La experiencia a la que nos referimos es la del anodadarse del Hijo de Dios que tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. La experiencia del que se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz”. (Fil. 2, 7-8).

Juan, no pienses que esto es una especie de masoquismo que anula a la persona, sino que ante todo es experiencia de amor hasta el extremo. Solo se entiende desde un amor infinito que vence la distancia infinita que existe entre Dios y el hombre. Y esto ¿por qué? Simplemente porque el amor no soporta la diferencia, como escribiera alguna vez San Juan de la Cruz.

Los Evangelios nos muestran a un Jesús que vive y siente intensamente. Los sentimientos de Jesús nos revelan su humanidad asumida en plenitud. Es más, Jesús lleva a su culmen todo lo humano. Quisiera detenerme en uno de los sentimientos que más frecuentemente aparecen en el actuar de Jesús, me refiero a la compasión: “compadecido del leproso, Jesús lo curó” (Mc. 1, 41).  Al ver a la viuda de Naín, que iba a enterrar a su hijo único, que había muerto, Jesús “tuvo compasión de ella” (Lc. 7, 13).

Hago hincapié sobre todo, en la compasión que experimenta Jesús frente a las multitudes que lo siguen: “Jesús recorría todas las ciudades y pueblos… y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban fatigados y abatidos como ovejas que no tienen pastor”. (Mt. 9, 35-38).

En las narraciones que Marcos y Mateo hacen de la multiplicación de los panes, Jesús dice: “me da lástima esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tiene qué comer” (Mc. 8, 2;  Mt. 15, 32).

Juan, pedile a Jesús la gracia de este sentimiento de profunda compasión frente a las situaciones difíciles y dolorosas que padece tanta gente, especialmente, frente a esta pandemia que se ha intensificado. Pedí también un sentimiento de compasión y de comprensión frente a tantos que no tienen trabajo, frente a la situación social que se complica cada vez más, pedíselo especialmente a San José Obrero.

La compasión con los enfermos, con los que pasan hambre, con los excluidos, con los jóvenes víctimas de las adicciones, con los ancianos en su soledad y abandono.

El sentimiento de compasión que nos lleva a sentir y padecer lo que el otro siente y padece, comienza en la mirada, con el ver y escuchar.

Tener los sentimientos de Cristo lo entendemos como el asumir su sensibilidad, que nos hace capaces de abrir nuestros ojos y nuestros oídos para no pasar de largo indiferentes y con el corazón anestesiado ante tanto dolor, ante tanta angustia, ante tanta necesidad de acompañamiento, de cuidado, de escucha.

Tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús es ver y escuchar, escuchar el clamor de los pobres y de la tierra maltratada.

La mirada, la escucha nos conduce al tocar el dolor, la enfermedad, la miseria como lo hizo Jesús. Y entonces no se trata solamente de palabras, sino que se trata de actuar. Actuar como Jesús, haciendo presente la misericordia de Dios.

Termino invocando a la Virgen Ntra. Sra del Buen Viaje para que te guíe en el camino y a San José para que te cuide.

Padre Jorge
Obispo de Morón