Inicio del proceso universal de la escucha
17 de octubre de 2021

Por una Iglesia Sinodal:
Comunión, participación y misión

Nuestra Iglesia particular de Morón, en comunión con todas las otras Iglesias particulares del mundo, inicia el camino sinodal que propone el Papa Francisco a la Iglesia toda. Este es un momento propicio para renovar nuestra adhesión a su persona, en la que reconocemos a Pedro que nos confirma en la fe y nos preside en la caridad; y aceptar el desafío de caminar juntos como Pueblo de Dios “para hacer experiencia de una Iglesia que recibe y vive el don de la unidad, y que se abre al don del Espíritu”.

El Sínodo experiencia de Pentecostés

“El modelo de todo Sínodo es Pentecostés” (L.Gera), por eso no se trata “de una convención eclesial, una conferencia de estudios o un congreso político” (Francisco). Se trata ni más ni menos, de actualizar la experiencia del primer Pentecostés que implica, a su vez:

1- La presencia del Espíritu Santo que viene sobre la Iglesia naciente.

2- La reunión: Como aconteció con la primera comunidad. “Estaban todos reunidos en el mismo lugar.” (Hc. 2, 1)

3- La salida, la misión: Vemos a esta comunidad animada e impulsada por el Espíritu Santo, que sale a proclamar las maravillas de Dios. Es el comienzo de la misión de la Iglesia, el inicio de la evangelización, que le compete a todos.

La presencia y la escucha

El protagonista fundamental del Sínodo, tal como sucedió en Pentecostés, es el Espíritu Santo, el artífice de la comunión. Es Él quien anima a caminar, a salir de la casa al camino.

De modo que sin su presencia y su actuación no podemos hablar de Sínodo. Por eso, comenzamos invocándolo. Somos conscientes que el Sínodo se hace de rodillas, es decir, en la adoración y en la escucha orante de lo que el Espíritu le dice a la Iglesias (Ap. 1, 9 ss)

Nos dice Francisco: “El Sínodo no es un parlamento, no es un sondeo de opiniones, el Sínodo es un momento eclesial y el protagonista del mismo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu Santo, no habrá Sínodo.” (Francisco).

La reunión, la comunión, la participación
Hacer Sínodo es caminar juntos generando encuentro

Somos un pueblo que camina, una Iglesia que peregrina. Somos caminantes-peregrinos, transitando juntos “las rutas a veces ásperas de la vida”, convencidos de que Alguien camina a nuestro lado. Dios camina con nosotros en toda circunstancia, compartiendo las dificultades, ayudándonos a superar los obstáculos y guiándonos para que no nos desorientemos y perdamos el rumbo.

Jesús está siempre en camino, acompañando y haciendo suyos los caminos de la humanidad y nos invita a nosotros a que hagamos lo mismo ¿Cómo Iglesia estamos dispuestos a la aventura de acompañar el caminar de los hombres y mujeres de este pueblo de Morón, asumiendo su historia, compartiendo sus anhelos, haciendo nuestros sus interrogantes más hondos, así como también sus frustraciones, sus luchas, sus deseos y sobre todo su esperanza?

Estamos dispuestos a ser una Iglesia de la cercanía, que se deja alcanzar e impactar por lo que le pasa a los otros, una Iglesia disponible a generar encuentro. Dice Francisco que el camino sinodal nos lleva “a ser expertos en el arte del encuentro”, que no es organizar eventos o teorizar sobre los problemas, sino, “ante todo tomarnos tiempo para estar con el Señor y favorecer el encuentro entre nosotros. El encuentro con el Señor nos conduce al encuentro con los hermanos.

Caminando juntos, haciendo Sínodo vamos generando encuentro, abriendo en la vida cotidiana, en la familia, en el barrio, en el trabajo, en la comunidad espacios de comunión. Transformando la sociedad, la política la economía desde la solidaridad del compartir construyendo así fraternidad y amistad, plasmando de este modo la cultura del encuentro.

El Espíritu Santo nos une, nos saca del aislamiento y la dispersión respetando la diversidad y la riqueza de cada uno. Posibilita que los distintos carismas enriquezcan a todos, poniéndolos al servicio del bien común, de lo contrario sino se comparten se tornan estériles favoreciendo el individualismo y la autorreferencialidad que es el gran obstáculo que impide la comunión en la Iglesia.

La experiencia de Pentecostés como experiencia de comunión posibilita la comunicación, que nos permite hablar nuevos lenguajes y entendernos. Nos libera de la confusión de Babel,    como expresión de incomunicación, que nos encierra y aisla.

La lógica simbolizada en la construcción de la Torre de Babel es la lógica del poder y de la ambición, que origina la división, y desencadena la lucha por el predominio sobre los otros. Y esto entre los discípulos de Jesús, según nos lo cuenta Marcos: los apóstoles van caminando con Jesús que se dirige a Jerusalén dónde será rechazado y crucificado y discuten a ver quién es el más importante, buscan los primeros puestos y se recelan mutuamente. (Mc. 10, 35-45). La lógica de Jesús, la lógica del Evangelio es la del amor que se abaja para servir, es la lógica del Espíritu que enciende en los discípulos el fuego del amor.

La participación

 Todos estamos convocados a participar, a construir sinodalidad, todos “llamados a rezar, escuchar, analizar, dialogar, discernir y aconsejar para tomar decisiones pastorales que correspondan lo más posible a la voluntad de Dios. (CIT 67-68).

La participación es una expresión viva del ser Iglesia, de un actuar concreto, que implica una praxis que exprese la sinodalidad en todo el proceso. “La participación es una exigencia de la fe bautismal que nos compromete con la vida y la misión de la Iglesia”. (Francisco).

Más aun, es necesaria una verdadera inclusión de los más alejados, de los distintos culturalmente, de los marginados, de los excluidos. Tenemos que garantizar y privilegiar la participación de los pobres y escucharlos.

La Iglesia son todos los bautizados, por eso “los bautizados tienen que tener algo de voz” Los más cercanos, los más comprometidos con el proceso sinodal están llamados a recoger preocupaciones, a ser mediadores, a ser los que traen la voz de todos ellos, a representarlos en el proceso sinodal.

Es muy importante superar cierto clericalismo que opaca e impide una auténtica participación de los laicos.

La misión

Un Sínodo no es una estrategia pastoral o un cambio superficial para que todo siga igual. No es cosmética, sino renovación profunda que exige una auténtica conversión, porque es un “acontecimiento de gracia, un proceso de sanación guiado por el Espíritu” (Francisco).

Escapemos a la tentación del inmovilismo en la Iglesia, superemos el miedo al cambio, que si no se da, puede llevar a la Iglesia a convertirse en una pieza de museo, sin vitalidad, sin nada que decirle al hombre de hoy, incapaz de entusiasmar y encender en el corazón de las jóvenes generaciones el fuego del Evangelio, el fuego del amor de Jesús, que contagia y llena de sentido toda vida. Una Iglesia así, sin otra motivación más que la autopreservación es una Iglesia incapaz de escuchar, se ha vuelto sorda y no le llegan ni los gemidos del mundo, ni los gritos de los pobres, ni el clamor de la tierra. Una iglesia así se ha vuelto muda, perdió la palabra y quedó paralizada, incapacitada para la misión.

Virgen del Buen Viaje, Señora del camino, Madre de la Iglesia que unida a los apóstoles asociaste tu oración a la de los discípulos.

Implora para nosotros un nuevo Pentecostés. Abre nuestros corazones a la novedad y a las sorpresas del Espíritu, enciéndenos con el fuego de su amor. Danos el entusiasmo y la pasión por evangelizar. Danos la capacidad de escucha para caminar juntos como peregrinos enamorados del Evangelio.

+Jorge Vazquez
Obispo de Morón