En una celebración de la que participaron un número muy reducido de personas por las medidas preventivas ante el COVID, pero que fue seguida por muchísimas más desde todas la diócesis, fue ordenado sacerdote el Pbro. Mariano Marquez. Presidió la celebración el Obispo Jorge Vázquez, quien estuvo acompañado además por los obispos Fernando Maletti y Oscar Miñarro, titular y auxiliar de Merlo-Moreno respectivamente. La ceremonia iba a tener lugar el pasado 19 de marzo, pero fue pospuesta debido a la pandemia.

Homilía del Obispo

Ante todo, quiero darle gracias a Dios por el don de un nuevo sacerdote, expresión del gran amor que Él tiene por su pueblo. El sacerdote es eso: regalo de Dios para los hombres, para su pueblo. Y hoy esta Iglesia de Morón se alegra por este don.

El sacerdote “misterio de fe”

Querido Mariano:

Las circunstancias difíciles y desafiantes por las que estamos pasando como pueblo, como país, como Iglesia, ya que caminamos juntos con todos los hombres y mujeres de esta tierra, compartiendo sus alegrías, sus dolores, sus luchas, su esperanza (Cf. Gaudium et spes 1). Esta crisis de la pandemia del COVID 19, no nos han permitido celebrar tu ordenación el 19 de marzo, solemnidad de San José, tal como habíamos previsto.

Con mirada de fe, sabiendo que Dios nos habla a través de las circunstancias, tal como lo afirmaba San Francisco de Sales, podríamos preguntarnos por el significado profundo de esta crisis, abriéndonos a la esperanza.

Como cura estás llamado en medio de esta oscuridad y de esta tempestad a encender la luz de la esperanza. Hoy más que nunca el Señor te necesita para cuidar la esperanza del pueblo, para hacerte cargo de la misma. Esto marca tu sacerdocio.

Pero tu vida de sacerdote está enraizada en el misterio, el de la fe, tu vida solo se entiende a la luz de la fe, sólo te conoces desde esa luz. “La fe ubica al sacerdote en el corazón del misterio divino, que es misterio de amor”. (Card. Pironio a los sacerdotes).

La figura de San José ilumina tu camino de sacerdote como hombre de fe que esperó como Abraham contra toda esperanza. José fue el que creyó ante el anuncio del ángel invitándole, sin miedo, a abrirse al plan divino.

La fe de José paso por momentos oscuros y difíciles: el nacimiento de Jesús en la pobreza de Belén; la huida a Egipto porque Herodes quiere matar al niño. José tiene que volver a aceptar el plan de Dios que lo desconcierta, la fe es entonces aceptación y obediencia, prontitud para jugarse por ese plan de Dios.

Mariano estas aquí porque crees, porque tenés fe porque creíste en el amor de aquel que te eligió y te llamó por amor, y acordate que solo el amor es digno de fe. (Von Balthasar)

El sacerdote “misterio de amor”

Recuerdo que, en tu ordenación diaconal, en el día de la Anunciación, hace ya mas de un año, tomando las palabras del saludo del ángel a María, te invitaba a la alegría; a que hicieras lugar a la alegría de Dios en tu corazón: ¡Alégrate! El motivo de la alegría es la experiencia de saberse amado.

Hoy, partiendo del lema que elegiste para tu camino sacerdotal: “Me llamó por su gran amor” (Gal 1,15), te invito a cantar y a alabar a Dios por ese gran amor que experimentas con las palabras del Salmo que acabamos de leer: “Cantaré eternamente el amor del Señor. Proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones. Porque Tú has dicho, mi amor se mantendrá para siempre, mi fidelidad está afianzada en el cielo”. Estas palabras del Salmista iluminan el lema que elegiste.

Dios que te mira con amor, y que con su mirada llega a lo más profundo de tu ser, revela el misterio más hondo de tu persona: sos amado; sos como Jesús, Hijo amado del Padre. El te llamó y te conoció desde el seno materno. ¿Qué quiere decir esto?, simplemente que el conocer de Dios, que después se transparenta en su mirada, es amar. (Cf. Jer. 1, 4), como escuchamos en la primera lectura.

Hoy celebramos a Teresa de Lisieux, creo que no es una mera coincidencia, sino que es una luz que te puede abrir a la comprensión de ese llamado que brota del amor.

Vamos al núcleo de la experiencia de Teresita: ella buscaba su lugar, su verdadera vocación y la encuentra en los capítulos 12 y 13 de la primera Carta a los Corintios, la lectura de esta carta la lleva a comprender que “todos los dones, aún los mas perfectos, nada son sin el amor” (manuscrito B, 3; 229) y concluirá diciendo que “en el corazón de la Iglesia, a la que entiende como Pablo como cuerpo místico: Yo serè el Amor. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón y que este corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que solo el amor era el que ponía en movimiento a los miembros de la Iglesia” (manuscrito B, 3; 230).

El corazón de la Iglesia es Jesús. Por eso ella quiere situarse en ese corazón, para amar como ama Jesús. Ella quiere apropiarse de ese amor y exclama: “Entonces, en el exceso de mi alegría delirante exclamé: por fin eh hallado mi vocación, mi vocación es el amor”. (B, 3; 230).

Tu vida, entonces, es expresión de amor; del gran amor del Dios que te mira, te elige, te llama y hoy te consagra de modo especial para amar, para servir al Pueblo de Dios como un Buen Pastor. Tu vida, como la de Jesús, es misión de amor.

La vida del sacerdote es un misterio de amor. Porque el sacerdote es el hombre consagrado por el Espíritu para hacer la comunión entre los hombres (Pironio, A los sacerdotes), para obrar la reconciliación de los hombres con Dios y de los hombres entre sí; para ser capaz de dar la vida, todos los días, como el Buen Pastor.

La existencia del sacerdote es misterio de amor porque revela a Dios que es amor (cf. 1Jn 4,16), que amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo Único (cf. Jn 3,16). Por eso, el sacerdote está llamado a identificarse con el Hijo amado que se entrega y da la vida por todos. No tiene sentido hablar del sacerdocio y del sacerdote si no es en el contexto esencial del amor.

El sacerdote es también, por eso, sacramento del amor de Dios, porque significa y realiza el amor de Dios a la humanidad, ya que el sacerdote es el amigo de Dios para los hombres. Es servidor de la humanidad, es sacramento de Cristo Buen pastor que conduce, guía y gobierna con mansedumbre y amor, que va a buscar a la oveja perdida, que no tiene miedo de salir a las periferias.

El Espíritu Santo consagra al sacerdote para ser la revelación de un amor que llega al extremo de entregar la propia vida por los demás. El sacerdote es el hombre para los demás, y su gran capacidad es la de amar, diríamos que ha de ser su especialidad.

Mariano, para terminar, el Evangelio que hemos proclamado nos trae el diálogo de Jesús con Pedro, junto al lago, diálogo que podríamos llamar confesión de amor. Ese diálogo se actualiza hoy en tu vida, escuchá la voz del Señor que te dice: Mariano ¿me amas?, vos seguramente dirás: sí Señor vos sabes que te amo (Jn. 21, 15) y Jesús confiando en tus palabras, te dice: si me amás, sé buen pastor, apacentá mis ovejas, hacete cargo de mi pueblo, servilo, cuidá su fe y su esperanza y por sobre todas las cosas amalo hasta dar la vida.

Encomendamos tu sacerdocio a la Virgen, a Nuestra Señora del Buen Viaje, la del camino, la de la ermita que es la posta de los caminantes donde se curan heridas, donde se alivian las penas, donde se recuperan las fuerzas, donde podemos experimentar la ternura de una madre. Que ella te enseñe y te ayude a ser sacramento del amor de Jesús y que seas capaz de ocuparte sobre todo de los más pobres.