Me dirijo al Pueblo de Dios que peregrina en Morón, Hurlingham e Ituzaingó para compartirles esta reflexión que brota de los sentimientos de mi corazón de Pastor, a partir del caminar con ustedes asumiendo juntos el gran desafío de la celebración de nuestro primer Sínodo Diocesano.

La alegría de la Escucha

En la carta que les escribiera para la Navidad 2017 les decía que, ante todo, experimentaba la alegría del caminar juntos. Hoy, luego de un año intenso dedicado a la escucha, el sentimiento dominante sigue siendo la alegría.

Los distintos encuentros con los decanatos, con la vida consagrada, con los movimientos, con los diversos espacios pastorales, con las comunidades parroquiales, con los jóvenes, con los sacerdotes, con los diáconos, etc, han sido momentos privilegiados para la escucha. Como Diócesis nos hemos reunido en una Asamblea dedicada a escucharnos y a escuchar lo que “el Espíritu dice a las Iglesias”. (Ap. 2, 11)

También hemos querido escuchar a la gente que asiste habitualmente a la misa dominical, mediante una encuesta realizada en todas las parroquias y capillas.

Finalmente, nos hemos abierto a la escucha del Espíritu en la celebración del sacramento de la Confirmación, actualización de Pentecostés que nos impulsa a salir a la calle como portadores de la alegría del Evangelio.

Hemos experimentado así lo que podemos denominar: Alegría sinodal, es decir la alegría que proviene del caminar juntos, de la vivencia de la comunión y la fraternidad. La alegría que nos impulsa a ser una Iglesia en salida para compartirla con todos los hombres y mujeres de nuestra querida tierra de Morón.

La alegría nos hace ágiles, despierta el entusiasmo y enciende en el corazón el fuego que Jesús trajo a la tierra: “He venido a traer fuego sobre la tierra ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49). No apaguemos el fuego.

La alegría de la Navidad

Se trata de una alegría intensa, profunda, porque Dios está en medio nuestro y nos trae la salvación. Por eso, el profeta nos invita: “¡Grita de alegría, hija de Sión! Alégrate y regocíjate de todo corazón hija de Jerusalén” (Sof. 3,14). Más aún, Dios mismo “exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta”. (Sof. 3, 17)

Es la alegría de la liberación que genera una experiencia de libertad porque se han roto las cadenas de todas las esclavitudes, vencido todos los males y disipada toda oscuridad.

Se retiran las tinieblas y comienza a brillar la luz: “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz” (Is. 9,1) de ahí nace y renace la alegría. (Papa Francisco, EG 1)

La alegría de la Navidad, de Jesús que se acerca a nosotros “como un niño pobre al lado de su Madre buena y su padre obrero. De este modo, nos dice a cada uno de nosotros: aquí estoy con vos”. (Mensaje de Navidad 2018, CEA)

“En un país de sombras, una luz brilló” (Is. 9,1). Esto acontece hoy en nuestro propio país. Es cierto que hay sombras y oscuridad (la inequidad social, la corrupción, la falta de trabajo y el aumento de la pobreza que golpea con fuerza en jóvenes y niños, el consumismo, el olvido de los grandes valores), pero la luz de la Navidad es capaz de disipar las sombras con la esperanza, la alegría, la solidaridad y el compromiso por un mundo más justo, más fraterno y más humano. La Navidad, en definitiva, “para la mayor parte de nuestro pueblo es un canto a la vida”. (Mensaje de Navidad 2018, CEA)

La Navidad camino de escucha

La Navidad implica ponerse en camino, recorrer los caminos que nos conducen al encuentro con el recién nacido en el pesebre: “No teman, les anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo: Les ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador que es Cristo, el Señor, y esto les servirá de señal, encontrarán un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre” (Lc. 2, 10-11). Esta es la señal que Dios nos sigue dando, un niño recostado en un pesebre.

“Un niño frágil, que nos hace fuertes,
un niño pobre, que nos hace ricos,
un niño esclavo, que nos hace libres”.

(Cardenal Pironio)

Un niño que nos hermana, un niño que nos trae la alegría, un niño que no nos abandona jamás. La alegría de la Navidad se proclama aún en medio de las dificultades más grandes de la vida, por eso “la Navidad nos invita a levantar la cabeza porque se acerca la salvación” (Lc. 21, 28). Sabemos que estamos pasando por tiempos difíciles para todos, especialmente para los más pobres, por eso somos invitados a contemplar todos los signos de esperanza.

El signo por excelencia sigue siendo el pesebre, la noche de Belén, la Virgen, San José, los pastores, todos atentos a la escucha en la disponibilidad, la aceptación y el ponerse en camino. Así, los pastores pudieron escuchar el anuncio de los ángeles y recibir la señal del recién nacido que ilumina la oscuridad de todas las noches .

En definitiva, la Navidad nos revela a un Dios en salida, que viene a nuestro encuentro. De ahí, que la Navidad es el camino de Dios que viene a nosotros trayéndonos la alegría de la salvación. La Navidad es también el camino de los hombres y mujeres que creen, buscan y esperan una tierra y un mundo nuevo de paz, de justicia, de amor.

Pero la Navidad la contemplamos especialmente como camino de la escucha que se hace patente en el camino de María, la que escuchó y creyó, la que con su sí, le permitió a Dios meterse en nuestra historia y hacerse uno de nosostros (Lc. 1, 26-38).

La contemplamos como el camino de José, el hombre justo, fiel y obediente que hizo suyo el sueño de Dios acogiendo el misterio presente en María, convirtiéndose así en el custodio del plan divino de la Salvación. (Mt. 1, 18-25)

El camino de la Navidad como camino de la escucha, desemboca en la alegría. Navidad y alegría se identifican, porque la alegría es la característica más importante de la Navidad. Alegría que se hace canto en María: “Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc. 1, 46-47).

Para terminar, permítanme que me dirija a todos los chicos y chicas de Morón:

Queridos jóvenes, ustedes están hechos para la alegría, para el gozo, no para la tristeza. Están hechos para vivir en plenitud. Jesús nos dice: En esta Navidad, yo vengo, yo nazco y camino con ustedes para que tengan vida en abundancia; no cualquier vida, sino la plena, la que los hace felices.

Les deseo a todos, pero especialmente a ustedes, que el fuego del Evangelio los queme por dentro y los mueva a la misión. No se olviden !Los jóvenes evangelizan a los jóvenes!

Padre Obispo Jorge