Castelar, 30 de marzo de 2019

La Iglesia de Morón participa de la alegría de todos ustedes queridos hermanos Oblatos de la Virgen María, por la ordenación como diácono de un miembro de su familia.

Aprovecho para agradecerles su presencia en la Diócesis que se ha enriquecido con su servicio, su entrega desinteresada, su espíritu de comunión.

Ustedes son parte esencial de esta Iglesia concreta y su carisma tan actual es un gran aporte para nuestra Iglesia particular, especialmente en estos momentos en que estamos transitando el camino de nuestro primer Sínodo Diocesano.

Saludos a la familia, a los amigos de Juan.

Querido hermano Juan al ser ordenado diácono te convertirás en un signo, una señal de Cristo Siervo, que “no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por una multitud” (Mt. 20, 28). El siempre está entre nosotros “como el que sirve” (Lucas 22, 27b), ese será también a partir de hoy, tu ser y estar en medio del pueblo de Dios. Serás presencia viva del Cristo que sirve hasta dar la vida.

Diácono significa servidor. Por la imposición de las manos del Obispo serás como decíamos recién: signo visible de Cristo Siervo, del Cristo que se abajó, que se redujo a nada, que no tuvo en cuenta su condición de Dios y tomó la condición de esclavo (Filipenses 2, 7)

El título más importante, el honor, la dignidad más grande en la Iglesia es la del Siervo, es más importante el que sirve que el que manda.

El que tiene aspiraciones de grandeza que se convierta en siervo de los demás, que se haga el último y se arrodille ante todo hombre y toda mujer para lavarle los pies como lo hizo Jesús. Quien quiera tener poder que descienda hasta el último lugar y póngase a servir. Este es el único carrerismo que vale en la Iglesia. No hay que olvidarlo, el verdadero poder es el servicio.

La Iglesia que Jesús soñó es la Iglesia pobre y servidora, “despojada de todo poder temporal y audazmente comprometida con la liberación de todo el hombre y de todos los hombres” decía el Cardenal Pironio

La Iglesia pobre y para los pobres.

La Iglesia que confía en los medios pobres para evangelizar.

La Iglesia libre que sale a los caminos para llevar la Buena Noticia, la alegría del Evangelio. Iglesia en salida, Iglesia que canta con María la misericordia.

El papa Francisco nos presenta una nueva imagen de la Iglesia, lo de la pirámide invertida: en lo más alto están todos los bautizados, el pueblo de Dios y abajo los ministros que sirven a su pueblo.

El diácono dice Francisco, es la expresión y al mismo tiempo el impulso para que la Iglesia toda se convierta en signo visible del servicio de Cristo, siervo en la historia de los hombres. La diaconía (servicio) de la Iglesia se realiza ante todo en el servicio a los pobres que son el rostro de Cristo sufriente, su propia carne.  En los pobres está oculta su gloria hasta que vuelva

Juan, el Obispo te confía especialmente el servicio de los pobres, que son el verdadero tesoro de la Iglesia.

Que tu actuar refleje el modo de actuar de Dios, que es amor, misericordia y servicio.

San Policarpo decía que el diácono ha de ser misericordioso, diligente, procediendo de acuerdo a la verdad del Señor que se hizo servidor de todos.

Juan que hermoso que el diaconado lo vivas, de acuerdo al carisma de tu congregación, que tiene su centro en la Misericordia. El diácono es como ícono de la misericordia de Dios que se hace patente en el rostro de Cristo.

En el rostro de Jesús se hace visible el amor misericordioso de Dios, su ternura, su cercanía, su salir a nuestro encuentro.

 Por eso la Encarnación es la manifestación más grande del amor de Dios que sale al encuentro del hombre.

Nuestro Dios, es un Dios en salida para nada autorreferencial, que en Cristo hace suya la experiencia de todo ser humano, especialmente de los sufrientes, de las víctimas, de los excluidos y descartados. Se identifica con ellos, se hace cargo, no pasa de largo. Se compromete hasta el punto de dar la vida y asi libera y redime.

La misericordia surge de un corazón que ve, escucha, siente y experimenta en las entrañas lo que el otro padece. Pero sobretodo actúa, como el samaritano que vió, se conmovió, levantó y cargó al herido, curó sus heridas, lo condujo a un albergue y lo cuidó.

El samaritano es Jesús, el albergue de los heridos, de los deshauciados es la Iglesia.

“No se trata solo de tener misericordia sino de ser misericordiosos”, misericordiosos como el Padre.

En la tarjeta de invitación a la ordenación tomaste el texto de 1Reyes 3, 9 que dice: concédeme Señor un corazón que escucha.

El corazón que escucha es el corazón misericordioso. Como el de Dios que escucha los gemidos, los gritos del pueblo esclavizado.

Escucha el que se conmueve, escucha el que discierne los caminos para actuar desde la misericordia.

Pedimos para vos ese corazón: de carne, que siente y se conmueve, que es capaz de expresar ternura, capaz de escuchar los gritos de los que hoy son oprimidos de tantas maneras. (por las nuevas esclavitudes)

Termino con la Virgen.

María en la Anunciación se define a sí misma como la Servidora de Señor que acoge y encarna en su vida la Palabra.

Lo que te define como diácono es precisamente la condición de servidor. Que Ella te enseñe el camino del servicio.

María en la Visitación se pone en camino para servir.

María la servidora canta, alaba, bendice y proclama la misericordia que se extiende de generación en generación atravesando y abarcando toda la historia humana.

Que tu servicio, tu diaconía esté marcada por la entrañable misericordia de Dios. Recordá que sólo puede ser misericordioso quien la ha experimentado en carne propia.

Dejate abrazar por el Padre: desde el abrazo del Padre aprenderás a ser misericordioso. Deja que Jesús te lave los pies para que vos también se los laves a los demás y seas verdadero servidor. No temas ocupar el último lugar y abrite al gozo del Espíritu Santo para contagiar la alegría de Jesús.

P. Jorge Vázquez
Obispo de Morón