Catedral de Morón, 7 de diciembre de 2018

Homilía de Mons. Jorge Vázquez en su primera
Ordenación Sacerdotal como Obispo de Morón:

En primer lugar, quiero darle la bienvenida a la familia de Arturo y de un modo especial a su mamá que ha venido desde Concepción, Corrientes, para esta celebración. Bienvenidos a todos sus familiares y amigos. Quiero destacar la presencia de mi hermano en el episcopado, Mons. Jorge Martín Torres Carbonel, Obispo Auxiliar de Lomas de Zamora, con quien compartí el ministerio allí, y amigo también de Arturo ¡Estamos en familia!

Querido Arturo:

En la homilía de tu Ordenación Diaconal, en la solemnidad de Pedro y Pablo, te decía: De ahora en más, serás signo visible de Cristo Siervo. Y esto no termina hoy, recordá que el ser diácono no es para un tiempo, es para toda la vida. Y por otro lado, como dice Francisco, la existencia del sacerdote no es más que servicio.

Francisco también nos presenta a la Iglesia con la imagen de una pirámide invertida donde la base es lo más alto ¿Quién está en lo más alto? El Santo Pueblo fiel de Dios. Más abajo están los consagrados, los diáconos, los presbíteros, el Obispo. Entonces, hoy, no ascendés, sino que descendés un escalón más ¿Para qué? Para servir al pueblo de Dios en Morón.

En las vísperas de la Inmaculada, y en el contexto de nuestro primer sínodo diocesano, caminando juntos en la escucha y dispuestos a llevar a todos la alegría del Evangelio, hoy Arturo serás ordenado Sacerdote, verdadero regalo de Dios para su pueblo peregrino de Morón ¡Qué hermoso poder vivir esta celebración!

Como María y con María hemos querido salir al camino sin perdernos por senderos que no conducen a ningún lado, sin entretenernos en discusiones que son inútiles porque nunca muerden la realidad, sin las nostalgias y añoranzas del pasado, sin quedarnos sentados esperando quien sabe qué condiciones ideales para arriesgarnos a la misión. Este es el contexto en el que sos consagrado Sacerdote para esta Iglesia de Morón.

Para esto queremos contemplar a María como la mujer de la escucha, para desde Ella, contemplar y entender al Sacerdote como el hombre de la escucha, como el que tiene siempre el oido atento. “Aquí estoy, me diste un oido atento”.

Sin duda, la presencia de la Inmaculada Concepción, la Purísima Llena de Gracia, marca el camino de tu vida, desde tu nacimiento, allí en Concepción, Corrientes, hasta Morón, Buenos Aires, donde volvés a encontrarte con la Purísima; y pasando por Luján, donde también está la Purísima.

Decir que la Virgen marca tu vida significa, sobre todo, afirmar que el llamado que escuchaste para consagrarte al servicio del pueblo de Dios, reclama tu sí para que la Palabra se haga carne (Jn. 1, 14 ). Significa que lo que sucedió en María, acontece hoy en vos. En el sacerdote se prolonga el misterio de la Encarnación, el misterio de la Navidad, en el que se une lo humano con lo divino, y en el que Dios comienza a transitar los caminos del hombre. Lo que sucedió en María Inmaculada, sucede de alguna manera en vos, ya que tu sí recibe, acoge y vuelve a engendra al Hijo de Dios, al Verbo eterno que asume nuestra carne frágil.

El sí del Sacerdote, tu sí, se expresa también en estas palabras “Aquí estoy”, que elegiste como lema sacerdotal. Heme aquí que vengo para hacer tu voluntad, para que se haga realidad tu plan de amor misericordioso.

Me atrevería a afirmar, también, que en el Aquí estoy que acabas de pronunciar como expresión de tu sí, resuena el Aquí estamos. Aquí estoy con mis hermanos porque tu sí contiene y resume muchos otros sí. El sacerdote nunca se presenta solo ante el Señor, su vida es una continua intercesión, un permanente hacerse cargo de los hermanos, de los otros, de los pobres, del pueblo: “Has sido sacado de entre los hombres y puesto en favor de los hombres” (Hebreos 5, 1). Esto adquiere una dimensión muy profunda en la celebración de la Misa. No olvides lo que decía San Alberto Hurtado: “Mi vida es una Misa prolongada”.

El sí de María Inmaculada expresa la más absoluta disponibilidad a la Palabra y a la escucha de la misma, sin condiciones y sin condicionamientos, es la escucha sin vueltas. La escucha de María es la máxima atención que la creatura le haya prestado jamás a Dios. Es la escucha de la Inmaculada en la que no hay sombras, ni distorsiones, ni prejuicios, ni intereses porque en Ella el mal ha sido vencido.

El sí de María como disponibilidad total se convierte en aceptación “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc. 1, 38). María se llama servidora porque está totalmente dispuesta a escuchar, obedecer y permitir que la Palabra se encarne, dejarla vivir y crecer en sí, hasta llenar toda su vida.

Arturo, tu “Aquí estoy” es un dejar todos los días espacio a la Palabra en tu vida de cura, para que las palabras que salgan de tu boca, surjan de la experiencia vital de la escucha, que supone un oído atento. “Tu no quisiste víctima ni oblación pero me diste un oído atento… entonces dije aquí estoy” (Salmo 40, 7).

El oído atento que se abre a la escucha, nos permite comunicar no cualquier palabra, sino la palabra que salva que es capaz de dar sentido a la vida de la gente, de transformar el mundo, de llenar los vacíos del corazón, de liberarnos de los miedos y de la angustia. Esa Palabra es una persona, Jesucristo Camino, Verdad y Vida (Jn. 14, 6)

El sacerdote es, entonces, el que tiene un oído atento que le permite escuchar a Dios y a su pueblo. Por eso, como decía Mons. Angelelli, tiene un oído en el Evangelio y el otro en el pueblo, porque el sacerdote tiene que hablar a Dios de la gente y a la gente de Dios.

Querido Arturo, el Sí de la Virgen contiene el Sí de Dios al hombre, a los hombres y mujeres de todos los tiempos, a los humillados, a los descartados, a los sufrientes, a los pecadores. Así como el Sí de la servidora, de la Virgen Inmaculada, acoge el Sí eterno de Dios a la humanidad, en el Sí que vos acabas de pronunciar, Dios nos sigue diciendo Sí a todos, y entonces nada está perdido, la esperanza es posible.

Arturo, te damos la bienvenida al Presbiterio, que no es una coorporación sino una fraternidad. Estamos anciosos por recibirte y nos sentimos felices. Acordate que las posturas individualistas y autoreferenciales terminan en la esterilidad pastoral, más allá de los éxitos aparentes o momentaneos. Como Cura, no te vas a realizar si no vivís este vínculo escencial con tus otros hermanos Curas y, por supuesto, con el Obispo.

Que la Purísima del Buen Viaje te acompañe en el camino siempre, te bendiga, te cuide y te haga un buen cura, que no es poco decir.