La siguiente guía tiene como fuente Lectionautas,  difundido por el Departamento de Animación y Pastoral Bíblica de la Conferencia Episcopal Argentina, elaborado por monseñor Damián Nannini (Obispo de San Miguel).

John Everett Millais.  The Unjust Judge. Acuarela y gouache sobre papel verjurado blanquecino,  135 x 105 cm. Museo de Arte de Harvard, Estados Unidos.

Preparación espiritual

Espíritu Santo, manifiéstate una vez más.
Espíritu Santo, dame un corazón que escuche.
Espíritu Santo, úngeme con Tu perfume inconfundible.
Espíritu Santo, hazme experimentar mi bautismo
y envíame a llevar tu Palabra en este mes misionero.

Amén.

Evangelio según San Lucas 18, 1-8. | 29° domingo del Tiempo Ordinario

1 Jesús contó una parábola para enseñar a sus discípulos que debían orar siempre sin desanimarse. 2 Les dijo: «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a la gente. 3 En esa misma ciudad vivía una viuda que iba a donde él a rogarle: “¡Te pido que me hagas justicia contra mi adversario!” 4 Durante un tiempo, el juez se negó, pero después pensó: “No temo a Dios ni respeto a la gente, 5 pero como esta viuda me está fastidiando tanto, le haré justicia para que no me siga molestando”».
6 Jesús añadió: «¡Escuchen lo que dice este juez malvado! 7 Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? 8 Les aseguro que les hará justicia pronto. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?».

Algunas preguntas para una lectura atenta 

1. ¿Qué enseñanza quiere dar Jesús a sus discípulos con esta parábola?
2. ¿Cómo es el juez de la parábola?
3. ¿Qué le pide y de qué modo la viuda al juez?
4. ¿Qué hace el juez al final?
5. ¿Qué hará Dios con los que claman a él día y noche?

Algunas pistas para comprender el texto:
Mons. Damián Nannini 

La finalidad o mensaje de la parábola es clara por cuanto el evangelista nos lo revela desde el comienzo: «Después les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse».

Los personajes de la parábola están bien caracterizados. En primer lugar, tenemos un juez que tiene todo el poder pero que carece de la más elemental conciencia moral. Dice el texto que «no teme a Dios ni tiene respeto por los hombres»; o sea que ignora los dos mandamientos principales: el amor a Dios y al prójimo.

Luego tenemos a una viuda que vive en la misma ciudad. Para la Biblia la viuda, junto con el huérfano, son un símbolo de las personas que se encuentran solas, desprotegidas, pues al no tener marido o padre no tienen quien las defienda y proteja. Además, la mujer no tenía derecho a la herencia, por tanto si el marido fallecía sus bienes quedaban en poder de la familia del esposo y ella debía regresar a su casa
paterna. Y si no tenía familiares, quedaba a merced de la ayuda de sus conocidos o de la limosna de la gente. Y por esto mismo Dios se ocupa preferencialmente de ellas y manda hacer lo mismo (Cf. Ex 22,21; Dt 10,18; Jer 22,3).

Volviendo a la parábola notemos que la viuda toma la iniciativa de pedir justicia al juez de modo reiterado. El pedido de «hazme justicia» incluye tanto el castigo del culpable como la reparación del daño ocasionado. El juez durante mucho tiempo «no quiso» hacerle justicia. Sin motivos ni causa aparente se desentendió totalmente de ella. Pero luego reflexionó, se «dijo a sí mismo», que era mejor atender al reclamo de la viuda para que no siga molestándolo. Se deja en claro que su motivación es puramente egoísta, pero al final hace justicia. Y así termina la parábola presuponiendo un final feliz para la narración porque la viuda recibe lo que con tanta insistencia pedía al juez.

A la hora de interpretar la parábola importa tener en cuenta que, más allá de las cuestiones jurídicas de la época y de la motivación del juez, el nudo del relato está en que, ante tanta insistencia de la viuda, este juez injusto termina por hacerle justicia. El comentario de Jesús al final precisa claramente el alcance de este ejemplo o parábola: si un juez injusto termina por hacer justicia ante tanta insistencia de la viuda, cuanto más Dios, que es bueno y sumamente justo, hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche».

Meditación ¿Qué me dice el Señor en el texto?

Los temas de la fe y la oración de súplica son los dominantes en las lecturas de este domingo y están estrechamente unidos al punto de que reza, pide, suplica, ante todo, el que cree. A su vez la oración de súplica es expresión de nuestra fe ya que “la fe consiste en creer que Dios es fiel y que seguirá respondiendo a nuestros pedidos”. Quien persevera en la oración, persevera en la fe. Quien abandona la oración, antes o después, sentirá un debilitamiento de su fe.

Por eso Jesús nos pide que creamos en Él, que siempre nos escucha; y que confiemos en Dios que nos responderá a su tiempo si sabemos orar sin desfallecer. La viuda de la parábola insiste a pesar de la falta de respuesta. Nuestra súplica debe ser perseverante a pesar de la demora en la respuesta, a pesar del “silencio de Dios”.

Al respecto decía el Papa Francisco en el ángelus del 16 de octubre de 2022: “Nosotros, a menudo, nos concentramos sobre muchas cosas urgentes, pero no necesarias, nos ocupamos y nos preocupamos de muchas realidades secundarias; y quizá, sin darnos cuenta, descuidamos lo que más cuenta y dejamos que nuestro amor por Dios se vaya enfriando, se enfríe poco a poco. Hoy Jesús nos ofrece el remedio para calentar una fe tibia. ¿Y cuál es el remedio? La oración. La oración es la medicina de la fe, el reconstituyente del alma. Pero es necesario que sea una oración constante […] Pero alguno podría objetar: “¿Pero yo cómo hago? ¡No vivo en un convento, no tengo tiempo para rezar!” Nos puede ayudar, quizá, en esta dificultad, que es real, una sabia práctica espiritual, que hoy está un poco olvidada, que nuestros mayores conocen bien, especialmente las abuelas: la de las llamadas jaculatorias. El nombre está algo en desuso, pero la sustancia es buena. ¿De qué se trata? De oraciones muy breves, fáciles de memorizar, que podemos repetir a menudo durante el día, durante las diversas actividades, para estar “en sintonía” con el Señor. Pongamos algún ejemplo.

Nada más levantarnos podemos decir: “Señor, te doy las gracias y te ofrezco este día”; esta es una pequeña oración; después, antes de una actividad, podemos repetir: “Ven, Espíritu Santo”; y entre una cosa y la otra rezar así: “Jesús, confío en ti, Jesús, te amo”. Pequeñas oraciones pero que nos mantienen en contacto con el Señor. ¡Cuántas veces mandamos “mensajes” a las personas a las que queremos! Hagámoslo también con el Señor, para que el corazón permanezca conectado a Él. Y no nos olvidemos de leer sus respuestas. El Señor responde, siempre. ¿Dónde las encontramos? En el Evangelio, que hay que tenerlo siempre a mano y abrir cada día algunas veces, para recibir una Palabra de vida dirigida a nosotros”.

En este mes de octubre, mes misionero, nos dice el mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada mundial misionera 2025: “Los misioneros de esperanza son hombres y mujeres de oración, porque “la persona que espera es una persona que reza, como decía el venerable cardenal Van Thuan, que mantuvo viva la esperanza en la larga tribulación de la cárcel gracias a la fuerza que recibía de la oración perseverante y de la Eucaristía. No olvidemos que rezar es la primera acción misionera y, al mismo tiempo, «la primera fuerza de la esperanza».

Continuamos la meditación con las siguientes preguntas: 

1. ¿Soy perseverante en mi oración o la abandono enseguida?
2. ¿Tengo experiencia de haber pedido algo a Dios durante mucho tiempo y que al final se me concedió?
3. ¿Reconozco que la calidad o fuerza de mi fe se expresa en la oración?
4. ¿Qué me ayuda a mantenerme en la presencia de Dios y perseverar en la oración?
5. ¿Considero a la oración como “el alma de todo apostolado”?

Oración: ¿Qué le respondo al Señor que me habla en el texto? 

Gracias Jesús por escucharme siempre.
Ayúdame a perseverar, aunque me cueste.
Ilumíname para creerte y esperar.
Sé que quieres lo mejor para mí y en Tus tiempos.
Dame oídos abiertos para escuchar
lo que tienes para decirme.
Pon en mi corazón las palabras justas
para ser constante en nuestro diálogo
y encontrar en la oración la fuerza para vivir día a día.

Amén.

Contemplación: ¿Cómo hago propias en mi vida las enseñanzas del texto?

Jesús, ayúdame a ser perseverante en mi trato con Vos

Acción: ¿A qué me comprometo para demostrar el cambio?

Durante esta semana me propongo perseverar en la oración todos los días intercediendo por
una persona o una situación puntual.

Bitácora de grandes Lectionautas 

“El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar” San Juan Pablo II