La siguiente guía tiene como fuente Lectionautas, difundido por el Departamento de Animación y Pastoral Bíblica de la Conferencia Episcopal Argentina, elaborado por monseñor Damián Nannini (Obispo de San Miguel).

William-Adolphe Bouguereau – El día de los difuntos (1859) Óleo sobre lienzo, 147 x 120 cm. Musée des Beaux-Arts de Bordeaux, Francia
Preparación espiritual
Espíritu Santo, quiero ponerme a tu servicio.
Espíritu Santo, toma mi vida para ser testigo de la Palabra.
Espíritu Santo, cuenta conmigo para la misión de hacer realidad el Reino.
Espíritu Santo, que en comunidad podamos vivir concretamente el evangelio.
Amén.
Evangelio según San Lucas Lc 24,1-8 | Conmemoración de todos los fieles difuntos
1El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. 2 Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro 3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. 5 Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? 6 No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: 7 «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día».
8 Y las mujeres recordaron sus palabras.
Algunas preguntas para una lectura atenta
1. ¿En qué día nos encontramos? ¿Qué ha sucedido antes?
2. ¿Con qué intención van las mujeres al sepulcro de Jesús?
3. ¿Con qué se encuentran y cómo reaccionan ante este hecho?
4. ¿Qué les anuncian los ángeles a las mujeres en el sepulcro?
5. ¿Qué palabras de Jesús tienen que recordar las mujeres para entender lo sucedido?
Algunas pistas para comprender el texto:
Mons. Damián Nannini
Este capítulo 24 de San Lucas comienza indicando que nos encontramos ya en la madrugada del primer día de la semana y nos narra la experiencia que tuvieron tres mujeres (se las identifica como María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago en 24,10) cuando fueron el domingo temprano al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Al llegar encontraron la piedra de entrada corrida y el sepulcro vacío. Aquí el evangelista repite el verbo encontrar (εὑρίσκω) en una especie de juego paradójico: encuentran la piedra removida y no encuentran el cuerpo del Señor Jesús.
Esta situación del “sepulcro vacío” sume a las mujeres en un estado de perplejidad y desconcierto, de no saber cómo actuar. En esta situación se les aparecen entonces dos hombres vestidos de un blanco resplandeciente (en Lc 24,23 se los llamará ángeles). Esta aparición angélica añade a la perplejidad de las mujeres un temor tal que las hace mirar al suelo. Por tanto, los signos de la piedra corrida y el sepulcro vacío, para llegar a la fe, necesitaron del anuncio explicito que les llegó de parte de los ángeles: «¿Por qué buscan al que está vivo entre los muertos? No está aquí, ha resucitado». Vale decir que el des-encuentro que las llevó a una situación de confusión se debe a que buscaron mal. En efecto, las mujeres buscaban un cuerpo muerto y los ángeles les anuncian que no deben buscar entre los muertos a Jesús porque está vivo, porque ha resucitado. Se trata, sin lugar a dudas, del kerigma pascual: ¡el Señor ha resucitado! (praeconium paschale). Y la respuesta al kerigma es la fe. Como bien dice R. Brown: «Que Jesús no está allí, las mujeres pueden verlo con sus propios ojos; que eso sea así porque Dios ha resucitado a Jesús, deben creerlo con fe».
Para ayudar a las mujeres a creer, los ángeles las invitan a hacer memoria de las palabras de Jesús que habían anunciado estos sucesos: «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». La expresión «es necesario», frecuente en Lucas, indica que todo esto sucede según el plan de Dios. Y se cierra el diálogo diciendo que las mujeres recordaron las palabras de Jesús.
En fin, como bien señala J. Fitzmyer, «la finalidad del relato, cuyo centro es el praeconium paschale, consiste en presentar a Jesús como vencedor de la muerte. Por medio de su sufrimiento, de su «pasión», se ha convertido en Cristo resucitado, en «el Señor» (cf. Hch 2,36); ha pasado de su condición de maestro terrenal, de realizador de prodigios y curaciones, a su nueva condición de Hijo glorificado, que va a derramar de parte del Padre la promesa del Espíritu Santo (Hch 1,4; 2,33) sobre todos los que lo reconozcan al partir el pan. La muerte no ha podido —ni podrá— retenerlo en su poder. En este episodio somos testigos de lo difícil que fue, hasta para los más estrechos seguidores de Jesús, comprender su victoria sobre la muerte».
Meditación ¿Qué me dice el Señor en el texto?
Hay preguntas fundamentales que todos nos hacemos en algún momento: “¿por qué y para qué vivimos?; ¿por qué al final morimos?; ¿hay algo después de la muerte?” Ahora bien, el creyente o el que está en búsqueda, hace también estas preguntas a Dios. Entonces, a la búsqueda de sentido de la vida la fe cristiana responde con una revelación ofrecida por Jesucristo. Por tanto, el auténtico sentido de la vida y de la muerte se nos revela en la Palabra de Dios.
La Sagrada Escritura nos revela que el hombre fue creado por Dios para la vida y que la muerte entra en el mundo como consecuencia del pecado del hombre. Aparece entonces la muerte como un mal que limita el deseo de vivir. Y la causa o raíz de este mal no está en Dios sino en el abuso de la libertad por parte del hombre.
Pero también el evangelio nos revela que Cristo ha resucitado venciendo a la muerte y abriendo para los hombres el camino a la Vida Eterna.
Al respecto dijo el Papa León XIV en la audiencia del 15 de octubre de 2025: “Jesús, con su Resurrección, nos ha asegurado una permanente fuente de vida: Él es el Viviente (cfr. Hch 1,18), el amante de la vida, el victorioso sobre toda muerte. Por eso es capaz de ofrecernos alivio en el camino terreno y asegurarnos la quietud perfecta en la eternidad. Solo Jesús muerto y resucitado responde a las preguntas más profundas de nuestro corazón: ¿hay realmente un punto de llegada para nosotros?
¿Tiene sentido nuestra existencia? ¿Y el sufrimiento de tantos inocentes, cómo podrá ser redimido?
Jesús Resucitado no deja caer una respuesta “desde arriba”, sino que se hace nuestro compañero en este viaje a menudo cansado, doloroso, misterioso. Solo Él puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la sed se hace insoportable.
Y Él es también el punto de llegada de nuestro caminar. Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta, un trágico error con un destino perdido. Somos criaturas frágiles. El error forma parte de nuestra humanidad, es la herida del pecado que nos hace caer, renunciar, desesperar. Resurgir significa sin embargo volver a levantarse y ponerse de pie. El Resucitado garantiza la llegada, nos conduce a casa, donde somos esperados, amados, salvados. Hacer el viaje con Él al lado significa experimentar ser sostenidos a pesar de todo, saciados y fortalecidos en las pruebas y en las fatigas que, como piedras pesadas, amenazan con bloquear o desviar nuestra historia.
Queridos, de la Resurrección de Cristo brota la esperanza que nos hace gustar anticipadamente, no obstante las fatigas de la vida, una quietud profunda y gozosa: aquella paz que Él solo nos podrá dar al final, sin fin”.
Continuamos la meditación con las siguientes preguntas:
1. ¿Qué sentimientos y preguntas me despiertan la realidad de la muerte?
2. ¿He podido encontrar alguna respuesta que me deje con paz?
3. ¿He experimentado que la luz de la resurrección de Jesús puede disipar la oscuridad de la muerte?
4. ¿Qué espero para el final de mi vida? ¿Qué meta veo al final del camino?
5. ¿He sentido la presencia del Señor ayudándome a superar situaciones de muerte?
Oración: ¿Qué le respondo al Señor que me habla en el texto?
Gracias Jesús por ser Palabra
que nos revela el sentido.
Gracias por ser compañero de camino.
Que siempre te sienta así y nunca desde arriba.
Que en este camino a Casa pueda sentir y vivir
la Esperanza que nos aseguras desde ahora,
Aún en las fatigas y cansancios cotidianos.
Te confío a todos los que ya llegaron,
Y los has resucitado para que junto a Vos
Intercedan por mí, por el mundo entero.
Amén.
Contemplación: ¿Cómo hago propias en mi vida las enseñanzas del texto?
Jesús compañero de camino, ayúdame a vivir la vida eterna desde ahora.
Acción: ¿A qué me comprometo para demostrar el cambio?
Durante esta semana me propongo acercarme a alguien que esté viviendo un duelo y comparto un rato de calidad con esta persona llevando esperanza.
Bitácora de grandes Lectionautas
“Todos daremos un último paso. Lo importante es que ese último paso nos encuentre en camino, no dando una vuelta, de paseo, sino, en el camino de la vida, y no en un laberinto sin fin. Estar en camino para que el último paso nos encuentre caminando”, (Papa Francisco).