La siguiente guía tiene como fuente Lectionautas,  difundido por el Departamento de Animación y Pastoral Bíblica de la Conferencia Episcopal Argentina, elaborado por monseñor Damián Nannini (Obispo de San Miguel).

«La oración del Señor», James Tissot, Brooklyn Museum, Estados Unidos.

Preparación espiritual

Espíritu Santo, Don gratuito, renuévame.
Espíritu Santo, Perfume delicado, úngeme.
Espíritu Santo, Consuelo asegurado, reconfórtame.
Espíritu Santo, Fuerza Viva, impúlsame a vivir el Evangelio.
Amén.

Evangelio según San Lucas 11, 1-13

1 Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar así como Juan enseñó a sus discípulos». 2 Jesús les respondió: «Cuando ustedes oren, digan: “Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, 3 danos cada día el pan que necesitamos, 4 perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden, y no nos pongas a prueba”». 5 Después Jesús agregó: «Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y va a verlo a medianoche para decirle: “¡Amigo!, préstame tres panes, 6 porque uno de mis amigos llegó de viaje, está en mi casa y no tengo nada que ofrecerle”. 7 Si el otro, desde adentro, le contesta: “¡No me molestes!, la puerta ya está cerrada y mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”, 8 yo les aseguro que, si no se levanta para dárselos por ser su amigo, se levantará por su insistencia, dándole todo lo que necesita». 9 «Yo les digo: pidan y Dios les dará; busquen y encontrarán; llamen y Dios les abrirá. 10 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, Dios le abrirá». 11 «¿Hay entre ustedes algún padre que le da una serpiente a su hijo si le pide un pescado? 12 ¿O le da un escorpión si el hijo le pide un huevo? 13 Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».

Algunas preguntas para una lectura atenta 

1. ¿Qué estuvo haciendo Jesús y qué le piden los discípulos que haga?
2. ¿Qué hay que pedirle a Dios en la oración que Jesús les enseñó?
3. ¿Qué quiere enseñarles Jesús a los discípulos con la parábola del amigo
inoportuno?
4. ¿Qué mensaje nos da con la parábola del hijo que le pide comida a su padre?

Algunas pistas para comprender el texto:
Mons. Damián Nannini 

En el camino hacia Jerusalén, que es un camino discipular donde aprendemos a ser cristianos, no podía faltar una enseñanza sobre la oración. Y Jesús enseña primero dando el ejemplo ya que él mismo es presentado como modelo de orante por cuanto el texto de hoy comienza diciendo que “estaba orando”. Y no se trata de un caso aislado pues los evangelios nos presentan con frecuencia a Jesús orando, retirándose a la soledad para rezar (cf. Lc 5,16); e incluso a veces pasando la noche entera en oración como cuando tiene que tomar la importante decisión de elegir a los doce apóstoles (cf. Lc 6,12-13). La oración de Jesús es lugar privilegiado para la revelación de su identidad, como en el bautismo (3,21) y la transfiguración (9,28-29). Incluso Jesús ora antes de afrontar la pasión en Getsemaní (cf. Lc 22,41.42) y muere orando al Padre (cf. Lc 23,46).

Es justamente la actitud orante de Jesús la que despierta en sus discípulos el deseo de aprender a orar: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1). A este deseo de los discípulos responde Jesús enseñándoles el Padrenuestro. En cuanto al contenido de esta oración podemos notar, en primer lugar, que
Jesús quiere que recemos a Dios llamándolo Padre, como él mismo lo hiciera en su
oración personal.

Luego siguen dos peticiones que se refieren directamente al Padre como súplicas de deseo por algo que le es propio: la santidad de su nombre y la venida de su reino. Las otras tres peticiones se relacionan con las necesidades de los hijos: el pan cotidiano; el perdón de las ofensas y el pedido de no sucumbir en la tentación.

Orar, para Jesús, es pedir siempre. Y si mi oración se convierte en alabanza o en acción de gracias será porque recibí aquello que esperaba encontrar. Después del contenido fundamental de la oración del discípulo que es el Padrenuestro; Jesús completa la formación en la oración con dos ejemplos acerca del
modo de orar, o más precisamente, de pedir a Dios.

El primer lugar pone el ejemplo de un amigo inoportuno, desubicado diríamos nosotros hoy, pero muy persistente y que gracias a esta insistencia termina por conseguir lo que pide. Por tanto, así debe ser nuestra oración, como la petición de un amigo «cargoso». Jesús mismo extrae una prolija exhortación del ejemplo: «pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el
que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá» (Lc 11,9-10).

El segundo ejemplo se basa en la relación entre un hijo que pide algo a un padre que nunca le responderá dándole algo malo. Si los padres humanos hacen esto, cuanto más el Padre Dios dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. Este ejemplo es una exhortación a la oración confiada que al mismo tiempo orienta el contenido de las peticiones al sumo bien que debemos pedirle siempre a Dios Padre: el Espíritu Santo.

Meditación ¿Qué me dice el Señor en el texto?

Hoy aprendemos del mismo Jesús lo esencial de la oración de los cristianos: hablarle a Dios llamándolo Padre y pidiéndole con confianza y con insistencia. Se trata de dejar que el Señor nos enseñe a orar. Hagamos nuestra la petición de los apóstoles:  «Señor, enséñanos a orar», en respuesta a la cual Jesús explica a las suyos con qué palabras y con qué sentimientos debemos dirigirnos a Dios. Y la oración consiste fundamentalmente en dialogar con Dios, lo cual implica este doble movimiento de escuchar y de hablar. La primacía la tiene el escuchar, pero le sigue el hablar, el decirle a Dios lo que pensamos y deseamos. Somos ante todo hijos pequeños que le pedimos a nuestro buen Padre Dios. La actitud filial es fundamental para la oración cristiana. Es el clima afectivo de la misma.

Al clima filial propio de la oración cristiana, debemos sumarle el clima comunitario, de familia, ya que Jesús enseña a pedirle a Dios para “nosotros”, no para uno mismo sólo. Las peticiones no son individuales sino comunitarias. En el Padrenuestro está el “Tú” de Dios y el “nosotros” de los hermanos; pero no encontramos el yo individualista.

También tenemos en el Padre Nuestro una enseñanza sobre el contenido fundamental de la oración cristiana. Ya Tertuliano, el exegeta más antiguo del Padrenuestro, decía que era como «una síntesis de todo el evangelio». Es tan así que el Papa Francisco, en su encíclica Lumen Fidei, considera al Padrenuestro como uno de los elementos esenciales en la transmisión fiel de la memoria de la Iglesia pues «en ella, el cristiano aprende a compartir la misma experiencia espiritual de Cristo y comienza a ver con los ojos de Cristo. A partir de aquel que es luz de luz, del Hijo Unigénito del Padre, también nosotros conocemos a Dios y podemos encender en los demás el deseo de acercarse a él» (no 46).

También es de notar en el evangelio de hoy que Jesús elige para enseñarnos el modo de orar dos ejemplos o parábolas de fuerte connotación afectiva: la relación de amistad y la paterno-filial. De este modo el Padre viene identificado con un amigo fiel y con un padre bondadoso. Es para resaltar la imagen o rostro de Dios que Jesús nos revela en este evangelio: Dios es ante todo Padre, un padre más bondadoso que el más bondadoso de los padres humanos. Y también Dios es un amigo fiel que sabe
ceder ante la insistente petición del que le pide. La fe en estos «rostros de Dios» es fundamental para despertar la confianza insistente en la oración.

Al respecto decía el Papa Francisco el 9 de enero de 2019: “La oración siempre transforma la realidad, siempre. Si las cosas no cambian a nuestro alrededor, al menos nosotros cambiamos, cambiamos nuestro corazón. Jesús prometió el don del Espíritu Santo a cada hombre y a cada mujer que reza. Podemos estar seguros de que Dios responderá. La única incertidumbre se debe a los tiempos, pero no dudamos de que Él responderá. Tal vez tengamos que insistir toda la vida, pero Él responderá”.

En fin, pidamos, pidamos, pidamos al Señor como niños insistentes. Pidamos que nos enseñe a rezarle al Padre. Pidamos que ore en nosotros al Padre. Pidamos que nos haga participar de su oración al Padre. Pero ante todo pidamos el Espíritu Santo que es el que nos dará todo esto y mucho más.

Continuamos la meditación con las siguientes preguntas: 

1. ¿Qué imagen tengo de Dios cuando rezo?
2. ¿Lo siento realmente como mi Padre y le pido con la confianza de un hijo?
3. ¿Cuándo rezo pido sólo para mí o me siento parte de la familia de la Iglesia y tengo
en cuenta las necesidades de los demás hermanos?
4. ¿Pido primero lo que sólo Dios puede darme: la santidad y su Reino?
5. ¿Es confiada y perseverante mi oración de petición?

Oración: ¿Qué le respondo al Señor que me habla en el texto? 

Gracias Jesús por Tu oración.
Gracias por enseñarme a orar.
Que mi oración no sea un monólogo ni una lista de pedidos.
Que siempre me disponga a escucharte
y me anime a poder conversar de lo que hay en mi corazón.
Quiero pedirte que me regales el Espíritu Santo.
Solo así encenderemos el deseo de que otros
Puedan sentirse cerca y todos juntos clamar ¡Padre!
Amén.

Contemplación: ¿Cómo hago propias en mi vida las enseñanzas del texto?

Señor, enséñanos a orar

Acción: ¿A qué me comprometo para demostrar el cambio?

Durante esta semana rezaré el Padre Nuestro deteniéndome en cada frase.

Bitácora de grandes Lectionautas 
«El hombre es un mendigo que necesita pedirlo todo a Dios», (San Juan María Vianney).