La siguiente guía tiene como fuente Lectionautas, difundido por el Departamento de Animación y Pastoral Bíblica de la Conferencia Episcopal Argentina, elaborado por monseñor Damián Nannini (Obispo de San Miguel).

Maria Felice Tibaldi Subleyras| Capitoline Museums | Google Art Project
Preparación espiritual
Espíritu Santo, enséñame a dar gratuitamente.
Espíritu Santo, que busque siempre lo que nunca acaba.
Espíritu Santo, que con María, reciba y viva la Palabra.
Espíritu Santo, dame la valentía para anunciar la Buena Noticia.
Amén.
Evangelio según San Lucas 14, 1.7-14
1 Un sábado, Jesús entró a comer a casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban con atención. 7 Al ver que algunos invitados elegían los lugares más destacados, Jesús les dijo una parábola: 8 «Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar más destacado. Porque puede suceder que haya sido invitado uno más importante que tú, 9 y el que los invitó a los dos vaya y te diga: “¡Déjale el lugar a este otro!”, y, lleno de vergüenza, tengas que ir a ocupar el último lugar. 10 Cuando te inviten, anda más bien a sentarte en el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: “¡Amigo, siéntate en un lugar más destacado!” De esa manera serás honrado ante todos los demás comensales, 11 porque Dios humillará a todo el que se engrandece a sí mismo, y engrandecerá al que se humilla».
12 También Jesús le dijo al que lo invitó: «Cuando ofrezcas un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, hermanos, familiares o vecinos ricos, no sea que ellos también te inviten y así tengas ya la recompensa. 13 Tú, en cambio, cuando ofrezcas una cena, invita a los pobres, a los inválidos, a los lisiados, a los ciegos. 14 Entonces serás dichoso, porque ellos no tienen cómo retribuirte, pero Dios te retribuirá en la resurrección de los justos».
Algunas preguntas para una lectura atenta
1. ¿En qué día y quién lo invita a Jesús a comer?
2. ¿Qué actitud observa Jesús en los otros invitados?
3. ¿A quién se dirige Jesús con la primera parábola y qué mensaje les deja?
4. ¿La segunda parábola, se dirige a las mismas personas y da el mismo mensaje; o el destinatario y el mensaje son diferentes?
Algunas pistas para comprender el texto:
Mons. Damián Nannini
Jesús sigue de camino a Jerusalén y aprovecha toda ocasión para enseñar a sus discípulos. En este caso la ocasión es una comida en casa de uno de los jefes de los fariseos. Estos miran con suspicacia a Jesús, pero él también observa su comportamiento y nota cómo eligen los primeros puestos en la mesa. Esta observación le da pie para contar dos parábolas, en el sentido amplio de relato en lenguaje figurado o indirecto.
La primera va dirigida a todos los invitados. En ella sugiere que es más prudente no elegir los primeros y mejores lugares, sino ubicarse en los últimos.
No se trata sólo de una lección de comportamiento en sociedad. Más bien es una manera gráfica de describir el principio evangélico con que cierra esta primera parábola: «Dios humillará a todo el que se engrandece a sí mismo, y engrandecerá al que se humilla» (14,11). La enseñanza de Jesús es que todo verdadero discípulo debe seguir el camino de la humildad. En efecto, el discípulo debe reflejar con su vida las enseñanzas del Maestro. Un auténtico discípulo de Jesús no puede estar luchando por los primeros puestos como solían hacer los escribas y fariseos. Más adelante Jesús condenará ya directamente esta actitud arribista pidiendo a sus discípulos que se guarden o cuiden de la misma: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje y quieren ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes” (Lc 20,46).
La segunda parábola ya no se dirige a los invitados, sino al que invita, al anfitrión, y lo que dice es algo desconcertante: al dar un banquete no hay que invitar a familiares ni amigos ni vecinos ricos; sino a los pobres, lisiados, inválidos y ciegos. Pero debemos tener en cuenta que el acento de la misma está puesto en la recompensa y la motivación de las buenas obras que hacemos. En efecto, «Por medio de esta parábola el Señor enseña a sus discípulos que deben ser desinteresados y que jamás deben hacer el bien con la mirada puesta en la retribución que esperan recibir. El que comparte lo suyo sin buscar recompensa en este mundo, la recibirá de manos de Dios, quien es generoso en grado infinito» (L. Rivas). Por tanto, también el que invita debe optar por la humildad y por la generosidad desinteresada, en su caso, haciéndose amigo de los pobres y esperando la recompensa sólo de Dios.
Meditación ¿Qué me dice el Señor en el texto?
Con el evangelio de este domingo comienzan las precisiones sobre la puerta estrecha que nos permite entrar en el discipulado de Jesús. Pues bien, hoy se nos dice que esta puerta, además de estrecha, es baja; y por ella sólo entrarán los pequeños, los humildes. Los que se creen grandes no podrán entrar por ella.
Podemos decir, entonces, que la primera condición para ser discípulo de Cristo es la humildad. Al respecto decía el Papa Francisco en su homilía del 28 de agosto de 2022: “En el espíritu del mundo, que está dominado por el orgullo, la Palabra de Dios de hoy nos invita a hacernos humildes y mansos. La humildad no consiste en la desvalorización de uno mismo, sino en ese sano realismo que nos hace reconocer nuestras potencialidades y también nuestras miserias. A partir precisamente de nuestras miserias, la humildad nos hace apartar la mirada de nosotros mismos para dirigirla a Dios […] La fuerza de los humildes es el Señor, no las estrategias, los medios humanos, las lógicas de este mundo, los cálculos… No, es el Señor”.
Es paradójico que esta virtud tan fundamental por cuanto es el humus de la vida cristiana sea tan poco bien comprendida y vivida. Al respecto comenta H. U. von Balthasar: «Es difícil definir la humildad como virtud. En realidad no se debe aspirar a ella, porque entonces se querría ser algo; no se la puede ejercitar, porque entonces se querría llegar a algo. Los que la poseen no pueden saber ni constatar que la tienen. Simplemente se puede decir negativamente: el hombre no debe pretender nada para sí mismo».
Pero esta paradoja tiene su razón de ser. Se trata de una virtud, en cierto modo, exclusivamente cristiana o religiosa, por cuanto es la conciencia de la propia realidad a la luz de Dios. Es la mirada sobre uno mismo desde la mirada de Dios.
Es importante tomar conciencia de que a todos nos gusta que nos reconozcan; que consciente o inconscientemente aspiramos a los primeros puestos. El gran problema es que el honor y el poder ejercen en nosotros un efecto semejante al de las drogas: nos sacan de la realidad. Así nos evadimos de lo que verdaderamente somos y valemos ya que nuestro verdadero valor y nuestra realidad profunda y verdadera es lo que somos ante Dios. Por eso la humildad nos mantiene en la realidad. Lo cual implica no negar todo lo bueno y valioso que somos y tenemos, sino referirlo siempre a su origen y fuente: Dios. Nos lo enseña con claridad San Pablo: «Porque ¿quién te distingue? ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4,7).
La segunda parábola del hoy, por su parte, debe ayudarnos a purificar nuestras motivaciones a la hora de hacer el bien a los demás. Jesús nos invita a ayudar a los que no pueden devolvernos el favor, o sea, a ser desinteresados y esperar la recompensa sólo de Dios. Al respecto decía el Papa Francisco en su homilía del 28 de agosto de 2022: “Demasiadas veces uno piensa que vale en función del lugar que ocupa en este mundo. El hombre no es el lugar que ocupa, el hombre es la libertad de la que es capaz y que manifiesta plenamente cuando ocupa el último lugar, o cuando se le reserva un lugar en la Cruz. El cristiano sabe que su vida no es una carrera a la manera de este mundo, sino una carrera a la manera de Cristo, que dirá de sí mismo que ha venido para servir y no para ser servido (cf. Mc 10,45). Hasta que no comprendamos que la revolución del Evangelio está toda en este tipo de libertad, seguiremos asistiendo a guerras, violencias e injusticias, que no son otra cosa que el síntoma externo de una falta de libertad interior. Ahí donde no hay libertad interior, se abren paso el egoísmo, el individualismo, el interés, los abusos y todas estas miserias. Y las miserias toman el mando”.
Y terminemos señalando la conexión entre los dos temas principales de las parábolas: la humildad y el servicio desinteresado. Sólo el humilde, el que no se busca a sí mismo, tiene lugar en su corazón para amar y servir desinteresadamente al necesitado. No hace las obras de misericordia para figurar, sino por compasión; y con el corazón lleno por la recompensa que el mismo Señor le ha dado y que quiere compartir con los demás.
Continuamos la meditación con las siguientes preguntas:
1. ¿Me miro y valoro a los ojos de Dios; o de mí mismo o de los demás?
2. ¿Reconozco todo lo bueno que Dios me dio y se lo agradezco?
3. ¿Busco los primeros lugares o espero que me ubiquen donde me corresponde?
4. ¿Con quienes soy solidario, sólo con mis amigos y conocidos?
5. ¿Soy generoso con quienes no podrán retribuirme?
Oración: ¿Qué le respondo al Señor que me habla en el texto?
Gracias Jesús por Tu humildad.
Gracias porque me la enseñas con el ejemplo.
Dame un corazón de discípulo, es decir, humilde y sencillo.
Que no busque los primeros puestos y no quiera figurar.
Que el servicio y los gestos sean sinceros,
sin aplausos ni retribuciones.
No quiero otra recompensa que compartir con mis hermanos
Tu Proyecto gratuito y solidario que nos involucra a todos.
Amén.
Contemplación: ¿Cómo hago propias en mi vida las enseñanzas del texto?
Señor, dame un corazón humilde.
Acción: ¿A qué me comprometo para demostrar el cambio?
Durante esta semana compartiré parte de mi comida con alguien pobre que me cruce a menudo.
Bitácora de grandes Lectionautas
Humildad es andar en verdad», (Sta. Teresa de Jesús).